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La superstición y el crimen En su notable estudio sobre la Antropología Criminal en Filipinas, dice el Doctor Sixto de los Ángeles (pág. 119): "La fácil credulidad, fomentada por el sobrecultivo del fanatismo religioso, ha constituído desde un principio y hasta el presente uno de los defectos, por desgracia bastante extendidos aún, entre los naturales del país *

Sólo al caer tras el cura el pesado cortinón que cubría la puerta de la lujosa sala, se sobrepuso la dama a la sorpresa que le causó tamaño arranque de honrado fanatismo. ¡Bah! Es un puritano inútil. Otro lo hará...

Con su intransigencia provocaba la revolución de la Reforma en los países del Norte; y arrojado de ellos, venía aquí a renovar en tierra nueva su incultura y su fanatismo. El terreno estaba bien preparado. Al morir las ciudades libres, aquellos municipios que eran republicanos, murió el pueblo.

Todo depende de las preocupaciones que dominan en ciertos momentos, y el hombre que hoy se ceba en sangre por fanatismo, era ayer un devoto inocente, y será mañana un buen ciudadano, desde que desaparezca la excitación que lo indujo al crimen.

Los cristianos mientras mas ciudades ganaban, mas iban oprimiendo á los hebreos; i como muchos de ellos eran sus deudores, concitaban á veces el fanatismo del pueblo contra los judíos, de donde nacian mil tumultos i muertes.

Transcurrieron algunos años, y aquel hombre, vuelto al seno de la humanidad, sintió renacer aspiraciones e ideas que en mal hora consideró por la educación sofocadas y por el fanatismo comprimidas. En otra región del mundo, en otras tierras, con otro nombre, fénix de propio, resucitó en espíritu, amó, fue amado y tuvo un hijo.

Tiene usted razón, don Antolín: por algo se llamaban Católicos aquellos reyes. Establece la Inquisición doña Isabel con su fanatismo de hembra. La ciencia apaga su lámpara en la mezquita y la sinagoga y oculta los libros en el convento cristiano, viendo que es llegada la hora de rezar más que de leer. El pensamiento español se refugia en la sombra, tiembla de frío y soledad, y acaba por morir.

Fue en vano. «Afortunadamente decía don Pompeyo Guimarán al referir el lance, afortunadamente estaba yo allí para evitar una indignidad». Don Santos había dado plenos poderes a su amigo don Pompeyo para rechazar en su nombre toda sugestión del fanatismo.

Cuando se marchó á la casa iba recordando la acusación que en la noche de su expulsión le habían dirigido en aquel mismo sitio; recordó el diálogo que con su tío había tenido en la cárcel; recordó todas sus palabras, expresión del más ciego fanatismo; y cuanto más meditaba y recordaba, menos podía explicarse que su tío permitiera el ser llamado gran liberal.

Se vestía con severa elegancia y notable sencillez. Era religiosa sin afectación ni fanatismo.