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El español belicoso tenía como medio seguro de abrirse paso las guerras incesantes en diversos territorios de Europa y el embarcarse para las Américas, siempre necesitadas de hombres valerosos. Además, la religión daba con frecuencia espectáculos emocionantes, en los cuales sentíase el escalofrío que proporciona el peligro ajeno y se ganaban indulgencias para el alma.

Además de los guardabosques y algunos robustos jayanes que ganaban su vida carboneando y cortando leña en los vecinos montes, veíase allí á un músico de rubicunda nariz, á un alegre estudiante de Exeter, y más allá un sujeto de enmarañados cabellos y luenga barba, envuelto en tosco tabardo y un joven, al parecer montero ó paje, cuyo raído jubón no reflejaba gran crédito sobre la munificencia de su señor, quienquiera que fuese.

En sus mejillas pálidas, había dos puntos encendidos que ganaban en viveza a las cintas del gorro, y realzaban la mirada impaciente de sus ojos brillantes y atrevidos. Se le desprendía el cabello inquieto, como si quisiese, libre de redes, soltarse en ondas libres por la espalda.

Quizás ella, por sus muchas ocupaciones de señora principal, no podría cuidar y atender a Su Ilustrísima como merecía, y así, quedándose él donde estaba, ganaban todos: los ortopedistas, porque conservaban a Riquín, a quien miraban como hijo; Isidora, porque estaría más ancha y podría campar por sus respetos libremente, y Riquín porque no se vería separado de su cabildo.

¡Gracias a los dioses que la Esfinge nos abre paso! exclamé. ¡Gracias! Porque desde tiempo inmemorial veníanos siguiendo, a cientos, a miles, a millones, una bandada de hambrientos lobos con ojos de fuego... Por mucho que corriéramos, ellos ganaban cada vez más y más terreno... Ya sentíamos sus dientes en nuestros muslos... ¡Y eran tantos, que cubrían la superficie de la Tierra!

Lo demás, por ser más reciente y desagradable, se le representaba con matices aún más vivos. El ensangrentado cuerpo de Zarapicos no se quitaba ya de delante de sus ojos... Su orgullo y sus malos instintos rebuscaban todos los sofismas del egoísmo para producir una reacción; pero si estos ganaban algún terreno, al punto lo perdían.

Ellas, en unión de los llamados pobres de hacha, que concurrían con un cirio en la mano, esperaban a la puerta del templo la entrada y salida del cadáver para dar rienda suelta a su aflicción de contrabando. Dígase lo que se quiera en contra de ellas; pero lo que yo sostengo es que ganaban la plata en conciencia.

Apaciguado el buen Mordejai, emprendieron otra vez la marcha hacia arriba, y por el camino dijo el ciego a la dama que se había despedido de Santa Casilda, por romper con la Petra; y como los tiempos venían malos y no se ganaban perras, pensaba trasladarse aquella misma tarde a las Cambroneras, cabe el Puente de Toledo, pues en aquel barrio había estancias para dormir por solos diez céntimos cada noche.

La República americana se había lanzado á la lucha voluntariamente, sin que ningún peligro inmediato la amenazase, por un imperativo de su conciencia indignada ante los crímenes alemanes, por un deber de su grandeza y su fuerza democráticas. Antes de armarse, antes de intervenir en el choque europeo, cuando vivía en paciente neutralidad, por ella se ganaban los batallas.

Al notar que en el banco había otra pareja, se desasían, improvisaban una conversación cualquiera y ganaban cuanto antes la revuelta inmediata, para repetir el tierno enlazamiento, no sin antes saludar con una sonrisa al príncipe y á la duquesa, como si adivinasen en ellos á otros enamorados.