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Con todo esto, tiraba de su brazo, por ver si podía soltarse; mas él estaba tan bien asido, que todas sus pruebas fueron en vano. Bien es verdad que tiraba con tiento, porque Rocinante no se moviese; y, aunque él quisiera sentarse y ponerse en la silla, no podía sino estar en pie, o arrancarse la mano.

Púsose en guardia Quevedo, á quien parecía un tanto sospechosa aquella facilidad en soltarse de lengua, en quien tan severo había empezado, y dijo: Páguele Dios, hermano, la buena voluntad que me tiene, si es que yo no puedo pagársela, que podré, que estas son tormentas que pasan, y dígame lo que quiera, que aprovechará. Breve tiene que ser, porque esperan y pudieran sospechar.

Después se creyó en el caso de refrenar el vuelo de su fisonomía, dándole la gravedad apropiada al caso; pero tan pronto como consiguió llevarlo a cabo, su boca volvió a dilatarse, recobrando la posición anterior como un resorte que se suelta. Tornó a cerrarla con esfuerzo y de nuevo volvió a soltarse, repitiendo la operación algunas veces antes de pronunciar una palabra.

Es de advertir que el tono de broma en que estas palabras fuertes se decían les quitaba toda gravedad y aire de ofensa. En Vetusta el buen humor consiste en soltarse pullas y frescas todo el año, como en perpetuo Carnaval, y el que se enfada desentona y se le tiene por mal educado. Es que yo gritó el ex-alcalde mato un canónigo como un mosquito.... Ya lo supongo; con alguna calumnia.

Clementina se dejaba adular, respiraba con delicia aquel tufillo de incienso. En cambio prometía que ni un céntimo perdería Pepa de su capital. Bajaron la escalera cogidas por la cintura, charlando como cotorras. Al llegar a la puerta del salón, antes de soltarse se dieron un apretado y cariñoso beso.

Pero todas estas razones de don Quijote ya no las escuchaba nadie, porque, así como Maritornes le ató, ella y la otra se fueron, muertas de risa, y le dejaron asido de manera que fue imposible soltarse.

El furor del señor Pérez no tuvo límites; se aferró con violencia a la reja; vanos esfuerzos, porque el gitano estaba al abrigo de su cólera. Ya lo sospechaba. ¡Y no será ahorcado más que una vez! aullaba el infortunado corregidor sin soltarse de la reja.

En sus mejillas pálidas, había dos puntos encendidos que ganaban en viveza a las cintas del gorro, y realzaban la mirada impaciente de sus ojos brillantes y atrevidos. Se le desprendía el cabello inquieto, como si quisiese, libre de redes, soltarse en ondas libres por la espalda.

Al fin tuvo la bondad de proporcionarle alojamiento en su propio domicilio el cura del pueblo, anciano muy respetable y sencillo. Por la noche, aprovechando la ocasión en que el enfermo dormía profundamente, tomáronle en brazos cuatro robustas mujeres y le condujeron a la nueva vivienda, no sin que se resistiese en el camino, aunque sin lograr soltarse, por haber sido fuertemente sujeto.

Llega un momento en que el alma no puede ya aguantar la esclavitud, y es preciso soltarse. ¿Cómo? Mira». Fortunata tiritaba, discurriendo si se levantaría para llamar a doña Lupe. «Esto es un puñal... bien afilado... Hay que tener en cuenta que la bestia se defiende, por muy decaída que esté. La carne es carne, y mientras tenga vida hace la gracia de doler.