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Su Alteza ha pensado en eso, y el asesino del Rey no tiene más que abrir la reja de hierro que encierra la ventana de la celda, reja cuyo marco gira sobre sus goznes. El hueco de la ventana está hoy obstruido por un enorme tubo, capaz de dar paso al cuerpo de un hombre, y cuyo extremo opuesto llega precisamente hasta la superficie del agua que llena el foso.

Cansado de suplicar, de llorar agarrado a la reja, de arrodillarse como un chiquillo, la desesperación le había hecho prorrumpir en amenazas. ¡Que le perdonase Fermín! pero en aquel momento se sintió capaz del crimen. La muchacha, cansada de sus ruegos, asustada de sus maldiciones, acabó por cerrar de golpe la ventana. ¡Y hasta ahora!

Vivía en compañía con aquélla una tal doña Fuensanta, viuda de un comandante, y la casa respondía a esta situación comanditaria, pues constaba de dos salitas enteramente iguales, cada una con ventana a la calle. Entre la puerta y la sala primera había un pasillo, en el cual se veía la artesa de lavar y la entrada de la cocina, cuya reja daba al corredor.

Doña Juana permaneció un momento en la reja mirando de una manera ansiosa al lugar por donde el bulto había desaparecido, como si hubiera querido atraerle, y luego se retiró, cerró lentamente las maderas, y se fué á la mesa, tomó su libro de devociones, cortó algunas hojas, y luego buscó unas tijeras y se puso á cortar letra por letra.

Llegaron, pues, y, tirando el hermano una china a una reja, al momento bajó una criada, que los estaba esperando, y les abrió la puerta, y ellos se entraron, dejando a todos admirados, así de su gentileza y hermosura como del deseo que tenían de ver mundo, de noche y sin salir del lugar; pero todo lo atribuyeron a su poca edad.

¡Ay, que he abierto el balcón! exclamó, comprendiendo la atrocidad que había cometido. ¡He abierto el balcón! Y lo cerró con sobresalto, como una monja que hubiera sorprendido abierta la reja del locutorio. Hermana dijo después, ¿sabe usted que he decidido no ayunar mañana? Hará usted bien: es usted una santa; pero no ayune usted tanto, señora: eso no es bueno.

El reloj toca las diez, todo está solitario en los alrededores, la casa parece entregada al reposo. El viento sacude la reja del jardín, hace el ruido de un huésped atrasado que quiere entrar. ¿La muerte rondaría ya en derredor de la casa? ¿Contaría ya los granos de arena en su ampolleta? El furor de la desesperación se apoderó de .

Déjate de tonterías replicó ella apoyando los codos en la reja interior y sosteniendo la cabeza entre las palmas de las manos, actitud de aburrimiento que tomaba siempre que estaba largo rato en el locutorio . ¡Ay, Miquis, esto es morir! Con tu permiso, eso es vivir. ¿Pues qué creías ?... La vida toda es cárcel, sólo que en unas partes hay rejas y en otras no.

Os lo entregaré esta noche en la reja de vuestra ventana le dijo en voz baja y con precipitación. Al dar las doce salió María de su cama con pasos cautelosos, después de asegurarse de que su marido yacía en profundo sueño. Stein dormía, en efecto, con la sonrisa en los labios, embriagado con el incienso que había recibido aquella noche María, su esposa, su alumna, la amada de su corazón.

Hizo propósito de lavar las puertas y aun de pintarlas, y de adecentar aquel basurero lo más posible, sin perjuicio de buscar casa más a la moderna, quisiera o no Segunda vivir en su compañía. El gabinetito que ella había de ocupar tenía, como la sala, una gran reja para la Plaza Mayor.