United States or Suriname ? Vote for the TOP Country of the Week !


En el locutorio preguntan por la señorita Carolina Galba. Don Juan Príncipe, nombre estampado en la tarjeta y en varias cartas y credenciales sometidas al Reverendo señor Crammer, se paseaba impaciente por el severo aposento designado oficialmente con el nombre de sala de recepción, y privadamente entre las alumnas con el de purgatorio.

Podemos decir que ha vuelto en ; no resta agora sino perseverancia que se mida con la que yo tendré. El locutorio dudo por hoy, pero no deje de venirse V. Md. a vísperas, que allí nos veremos, y luego por las vistas, y quizá podré yo hacer alguna pandilla a la abadesa. Y adiós», etc. Contentóme el papel, que realmente la monja tenía buen entendimiento y era hermosa.

Poco después de entrar en el locutorio, Montiño sintió abrirse una puerta y los pasos de una mujer. No traía luz. Luego oyó la voz de la madre Misericordia. El triste del cocinero mayor se estremeció. ¿Quién sois, y qué me queréis de parte del Santo Oficio? había dicho la abadesa con la voz mal segura, entre irritada y cobarde.

En la revelación de Quevedo hay algo de cierto. ¡Las cosas han variado... pues bien... nuestra obligación es ayudar á Lerma... si Quevedo le sirviese de buena fe!... ¡oh! ¡don Francisco vale mucho! ¡pues bien! avisemos á mi tío, y él en su prudencia, en su sabiduría, sabrá lo que debe hacer. La abadesa salió del locutorio. ¿Quién ha traído esta carta? dijo á la tornera.

Si supiera que aún existo para adorarla... No, no... Ya olvidarte debo yo, esposa de Jesucristo... RUIZ. ¿Qué hacéis? Callad... MANRIQUE. Loco estoy... ¿Y cómo no estarlo ¡ay cielo! si, infelice, mi consuelo pierdo y mis delicias hoy? No los perderé; Ruiz, déjame. RUIZ. ¿Qué vais a hacer? MANRIQUE. Pudiérala acaso ver... con esto fuera feliz. RUIZ. Aquí el locutorio está. MANRIQUE. Vete.

No lo había acabado de decir cuando de un aposento salió un mulatazo mostrando las presas, con un sombrero injerto en guardasol, y un coleto de ante, bajo de una ropilla suelta y llena de cintas, zambo de piernas, a lo águila imperial; la cara, con un per signum crucis de inimicis suis; la barba, de ganchos, con unos bigotes de guardamano, y una daga con más rejas que un locutorio de monjas; y mirando al suelo, dijo: "Yo soy examinado y traigo la carta; y por el sol que calienta los panes, que haga pedazos a quien tratare mal a tanto buen hijo como profesa la destreza."

Y entonces no pudo contenerse y rompió a llorar, luego se oyó un paso precipitado, y la puerta que se cerraba. Vea usted su obra, me dijo con desesperación y aun con ira el padre Ambrosio. Hemos desgarrado el corazón de esa pobre Amparo. No importa, le dije saliendo con él del locutorio. El tiempo la demostrará mis intenciones, y cuando las reconozca recobrará la paz. Y salimos del convento.

¿Lo veis, don Francisco? ¿Lo veis? me llaman. Allá voy, allá voy, señora mía. Y se acercó al torno. La señora abadesa os ruega que subáis al locutorio. Allá voy, allá voy, madre tornera; ya lo oís, don Francisco. Y Montiño tomó por las escaleras como quien escapa. Andad, que aquí os ospero dijo Quevedo.

Pero no me dijo de qué modo; ¡no me lo ha dicho nunca! ni yo he podido adivinarlo; pero continuemos. El tío me llevó al convento de las Descalzas Reales, tocó al torno, y dijo: Madre tornera, tened la bondad de decir á Dorotea que aquí estoy yo con otro caballero. Entramos en el locutorio. Vos tardásteis.

Vivía entre el confesonario, el locutorio, la celda y la sacristía, hecha un santo de palo, con el cuello torcido, la mirada en el suelo, avinagrado el gesto, y la voz siempre clueca y comprimida. En los pocos momentos que pasaba en su casa era intratable.