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El señor capitán don Juan Girón y Velasco. ¡Ah, ese joven! exclamó con un acento singular el religioso. Aquí hay una escalera dijo el bufón , y no hubiera querido traeros por estos polvorientos escondrijos, pero vos habéis deseado conocerla... asíos á las faldas de mi ropilla. Empezaron á subir. ¿Sabéis dijo el bufón que hay esta noche gente sospechosa en palacio? Lo , y la Inquisición vigila.

Don Alonso llamó a su hija para que hiciese la reverencia a su pariente el señor Márquez de las Navas. Dos días después, Ramiro recibió de una vendedora de rosarios un favor de raso verde. Beatriz se lo enviaba. El no se atrevió a ponerlo en su gorra, como lo hacían otros galanes amartelados; pero decidió llevarlo consigo entre el jubón y la ropilla.

Nos plantamos aquí en medio de la sala, nos agarramos cómo y por dónde podamos, y si me derribas te regalo aquel soberbio cobertor de pluma, que gané en la toma de Narbona y que no tiene igual ni en la cámara del rey.... Qué me place, asintió Tristán, quitándose apresuradamente ropilla y jubón y dejando ver los poderosos músculos de su cuello, pecho y brazos.

Llevaba la espada sobre el hombro, y en ella puesto un bulto o envoltorio, al parecer de sus vestidos; que, al parecer, debían de ser los calzones o greguescos, y herreruelo, y alguna camisa, porque traía puesta una ropilla de terciopelo con algunas vislumbres de raso, y la camisa, de fuera; las medias eran de seda, y los zapatos cuadrados, a uso de corte; la edad llegaría a diez y ocho o diez y nueve años; alegre de rostro, y, al parecer, ágil de su persona.

¡Ah! ¡vive Dios! exclamó una voz ronca . Por bien empleado doy el trabajo que me ha costado encontrar la llave en la ropilla de uno de esos alguaciles, á quien el diablo hospeda sin duda en estos momentos en la mejor cámara del infierno. ¡Ah! ¡voto á!... ¿eres , Juan de Francisco? dijo Quevedo reconociéndole por la voz. Humilde criado de vuesa merced contestó el matón.

De pronto, presentose en la puerta del salón, como no atreviéndose a entrar, un hombre vestido con una ropilla negra. Este hombre era el señor Manuel Perico, notario real de la ciudad de Granada, y apoderado del duque de Carvajal. Llevaba a la condesa de Pópoli el contrato de matrimonio. Isabel se estremeció.

Entrególas el alguacil. Idos, y que á persona viviente reveléis lo que habéis averiguado. Descuidad, señor dijo el corchete, y salió de la cámara andando para atrás para no volver la espalda al duque. Cogió éste y examinó minuciosamente los papeles que le había dejado el alguacil, y después los guardó en su ropilla y llamó.

De seguro la abadesa os ha dado una carta. Es verdad. Una carta para el duque de Lerma. Es verdad. Dadme esa carta. Pero tengo que llevarla á su excelencia. Dadme esa carta. Montiño la sacó del bolsillo interior de su ropilla, y la dió á Quevedo. Quevedo rompió la nema. ¿Pero qué hacéis? dijo Montiño. Esta carta, puesto que está en mi mano, es para . Y la leyó. Ya lo sabía yo dijo.

Yo, que había hecho confesar á la Dorotea quién era la dama que la causaba celos, asegurándola que si no me contaba todas las circunstancias, sin dejar una, de su asunto, podría suceder que no fuese eficaz el bebedizo, me dijo en substancia lo siguiente : Una noche don Rodrigo fué muy tarde á verme: al quitarse la ropilla, se le cayó de un bolsillo interior una cartera, que don Rodrigo recogió precipitadamente.

Escucha, Juan, escucha dijo Montiño, que estaba atortolado y que había perdido el tino : don Rodrigo Calderón está aquí; luego saldrá por el postigo de la casa del duque; yo te llevaré á ese postigo; debes esperarle; lleva en el bolsillo de su ropilla las cartas que comprometen á la reina. ¡Las cartas que comprometen á la reina! dijo sudando el cocinero mayor , las cartas de la reina.