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De seguro la abadesa os ha dado una carta. Es verdad. Una carta para el duque de Lerma. Es verdad. Dadme esa carta. Pero tengo que llevarla á su excelencia. Dadme esa carta. Montiño la sacó del bolsillo interior de su ropilla, y la dió á Quevedo. Quevedo rompió la nema. ¿Pero qué hacéis? dijo Montiño. Esta carta, puesto que está en mi mano, es para . Y la leyó. Ya lo sabía yo dijo.

Mi tío va más lejos y pretende que sólo los imbéciles no cambian de opinión; pero ¿sucede con el corazón lo mismo que con la cabeza? «Dadme luz, mi viejo cura». Cuando el señor de Pavol decidía algo, tío tardaba en ejecutarlo. Partiendo de este principio, señaló el 15 de Enero para verificar el matrimonio de Blanca.

, pero es revocable, señora, y no que estéis dispuesta a mi favor el año que viene; ¿y si se os ocurre casaros, ahora que la loca no os estorba el camino? No, no temáis nada, Mathys. ¿Queréis, señora, que aprecie vuestro regalo y lo considere como recompensa de los sacrificios que he hecho por vos? Ciertamente que . Pues entonces, dadme un escrito de vuestra mano.

Por las mejillas del viejo linajudo ruedan dos lágrimas que se pierden en la nieve de su barba. Los mendigos y los criados se arrojan sobre la puerta. ¡Tengan ley de Dios! ¡Dadme un hacha! ¡Tengan ley de Dios! ¡Poned fuego a la casa por sus cuatro esquinas! ¡Perezcan entre llamas los hijos del Infierno! ¡No hay ley de Dios! ¡No hay ley de Dios! De pronto cesa el clamor.

Pecados ajenos me trajeron, y pecados ajenos me llevan, como si no bastaran y aun sobraran para llevarme y traerme mis pecados propios. Y Dios os lo pague por el papel, y dadme licencia para que escriba. La condesa no contestó; fuése al hueco del un balcón y se puso á llorar de espaldas á Quevedo.

9 Y emparentad con nosotros; dadnos vuestras hijas, y tomad vosotros las nuestras. 10 Y habitad con nosotros; porque la tierra estará delante de vosotros; morad y negociad en ella, y tomad en ella posesión. 12 Aumentad a cargo mío mucha dote y dones, que yo daré cuanto me dijereis, y dadme la joven por mujer.

Dése, pues, ya la sentencia En que sea el cuerpo hermano Y el alma no; que es en vano Querer que tenga paciencia; Pero, aunque vencido estoy Y a la muerte condenado, Quiero morir coronado Pues como víctima voy. Dadme, hermosas flores bellas, Rubí, zafir y esmeralda Para hacer una guirnalda. Haga que compone una guirnalda. JARIFA. Bien es que te adornes dellas.

Pues allá voy y esperadme. Eso es. ¿Y sabéis que aunque viejo no habéis perdido las fuerzas? Me habéis sacado al terrado como si fuera una pluma. Estas piernas mías... parece providencia de Dios para muchas cosas el que yo no pueda andar de prisa ni valerme. Dadme la mano. Tomad. Estamos en los desvanes. Mi linterna me valga. Nos viene de molde, porque estos desvanes son endiablados.

¡Ah, señor! ¡yo no os lo he dicho todo! Pero antes de que concluya la triste confesión de mis desdichas, dadme, señor, vuestra palabra de que me protegeréis. Os protegeré, no lo dudéis. Pero alzad, alzad, señora, y no tembléis de ese modo. Doña Ana se había arrojado de nuevo á los pies del duque de Lerma, y besaba llorando sus manos.

Dirigid vuestras oraciones al cielo, suplicad a lo menos con el pensamiento ... pero no os entregueis a la muerte de este modo. Esto es hecho, mis ojos no pueden mirarte, todo se mueve a mi rededor, y la tierra parece que se hunde bajo mis pasos. A Dios padre mio; dadme la mano. Esta fria ... tambien lo esta su corazon. Una sola suplica... iAy! ?que es lo que va a sucederle?