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Para no hay más que una mujer en el mundo. Contadme por vuestra amiga, por vuestra hermana dijo la joven tendiéndole la mano ; otra cosa es imposible. Pero abreviemos, que ya es tarde. Tomad esta carta y llevadla á quien dice en la nema. «Al confesor del rey, fray Luis de Aliaga. De palacio. En propia mano» leyó el joven. ¿Y en qué convento mora el confesor de su majestad?

Tomad, Marta, recuperad esta prueba. Guardadla muy bien. Ahora, marchaos; yo me quedo aquí, para terminar asuntos importantes. Estaré a vuestro lado a mediodía. Marta tomó a su hija de una mano y a Federico de la otra, conduciéndola así hasta el coche que estaba en la puerta del castillo. La viuda lanzó un grito de alegría al ver a Catalina, que estaba parada en el camino, junto al carruaje.

Pensad, de todos modos, que lo haréis con un santo propósito. Habían dejado la sala capitular y caminaban ahora por las naves de la iglesia. El canónigo volvió a decir: Tomad ejemplo, hijo mío, de estos graves sepulcros do descansan aquellos varones antiguos, que ponían a riesgo diario su vida por servir a Dios y ennoblecer su linaje.

Serviré fielmente á vuestra señoría. Y como os quejáis de haber hecho gastos... Yo no me he quejado, aunque los he hecho... Tomad. El padre Aliaga abrió un cajón y sacó un centenar de escudos que dió al cocinero. ¡Ah! ¡señor! dijo Montiño ; yo no tomaría esto, si no fuera porque estoy pobre. Y en aquellos momentos el cocinero mayor decía la verdad sin saberlo.

Entre esta ocupación y los pensamientos de amor dividía sus imaginaciones, cuando entrando Cigarral le dijo: Tomad, señor, este papel, que Mercado os trae de la parte de Muley, el aprisionado en casa del alcalde.

Decía saber oraciones para muchos y diversos efectos ... pues en caso de medicina decía que Galeno no supo la mitad qué él para muelas, desmayos y males de madre. Finalmente nadie le decía padecer alguna pasión que luego no le decía, haced esto, haced estotro, coced tal yerba, tomad tal raíz. Con esto andábase todo el mundo tras él, especialmente las mujeres que cuanto les decía creían ...

... ... con vinos y licores. Pues bien, tomo diez doblones. Tomad lo que queráis. ¿Y para cuando ha de estar dispuesta esa merienda? Para esta noche á las ocho. Es muy pronto. Tomad por vuestro trabajo lo que queráis. No, no es eso. Lo que importa es tener cocina y utensilios. Cocina tendréis; utensilios, compradlos. Entonces se necesitan otros cuatro doblones.

Tomad un poco de musgo de un tejado cualquiera, dejadlo algunos días en agua, y observad después con un microscopio. Un poderoso animal, el elefante, la ballena de los infusorios, muévese con un vigor y un garbo de vida que no siempre tienen semejantes colosos. Respetémoslo.

¿Creéis acaso que he herido ó muerto á don Rodrigo cuando le detuve para que no os siguiese? Entonces le desarmé. ¿Pues cuándo le habéis herido? Hace media hora; cuando salía don Rodrigo de casa del duque de Lerma; era preciso quitarle unas cartas... ¿Unas cartas? Tomad, señora dijo Montiño, sacando una cartera de terciopelo blanco bordado de oro, sobre la cual se veían manchas de sangre fresca.

Nos vos mandamos que deis y entreguis al Comendador de Lares, nuestro gobernador de las Indias, o a la persona quel con su carta embyare, veinte e cuatro sacabuches de metal e la pólvora e pelotas que fuere menester para ellos e para quince espingardas que le mandamos de otra parte dar, e así mismo le dad los moldes e otro aparejo que fuere menester para hacer las dichas balas, lo cual todo es para llevar a las Indias, e tomad su carta de pago, ó de la persona que asymismo enviare con la cual e con esta mandamos que vos sea rescibido en cuenta lo que asy le dieredes y entregaredes, lo cual vos mandamos que hagades, asentando esta nuestra cédula el Comendador mosen San Martyn nuestro proveedor e veedor de la dicha artillería e Joan de Soria contador della, e dando ellos su parescer en las espaldas desta nuestra cédula de las cosas susodichas que les debais dar.