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Actualizado: 11 de septiembre de 2024
Como D. Zacarías él también ahuchaba doblones de oro en botes de hoja de lata y los escondía en el desván. Nada tendría de extraño que aquellos bandidos se tomasen la molestia de andar un poco más para recogerlos. Antes que esto acaeciese, D. Félix estaba resuelto á defenderse hasta quemar el último cartucho. En este caso, duraría el fuego lo menos quince días.
Al bufón, por lo mucho que le estimaba, dejaba seis mil doblones; al cocinero mayor, por un gran beneficio que le había hecho, mil doblones; á Pedro y Casilda, mil ducados á cada uno; cuatro mil ducados para los pobres, que debían darse de limosna para su alma, y diez mil ducados á la parroquia de San Martín por una sepultura en tierra, sin losa ni letrero, y para sufragios por su alma.
Soberbio modrego dijo la Mari Díaz apenas había vuelto la espalda el presuntuoso hidalgo ; si tuviera tantos doblones como vanidad, no andaría la Dorotea tan desdeñosa con él. Pues no tiene trazas de ser muy rico el nuevo amante dijo otro. Pero es muy hermoso replicó la Mari Díaz. ¿Os habéis ya enamorado de él? ¡Yo!... Dicen que sois muy enamoradiza. Por eso los llevo detrás haciendo cola.
La postura de sus manos indica, no que va a aplaudir, sino que la distancia que con ellos mide es el tamaño de los panes de azúcar que en su hacienda se fabricaban y que llenaron sus bolsillos de doblones. La tradición no cuenta cosas muy halagadoras para este señor; te las referiré algún día.
Es decir, que la caja contenía dos mil doblones. Sacados los rollos, se encontró un nuevo paño de seda azul. Levantado el paño, se hallaron veinte cajas forradas de terciopelo.
El duque se acercó á la reja, y con la voz siempre fingida dijo: ¿Sois vos Esperanza? Yo soy, caballero contestó de adentro una voz de mujer que, aunque fresca y sonora, no tenía nada de tímida ; ¿y vos sois quien me ha enviado un recado con el lacayo Rodríguez? Sí; sí, señora. ¿Y qué me habéis enviado? Un diamante que vale cien doblones. ¿Eso habrá sido por algo? Indudablemente. ¿Me conocéis?
Si Francisco Martínez Montiño se empeña, seréis... no digo yo capitán... sino cuartel-maestre, general... vuestro tío, además de tener muchos doblones, tiene mucho influjo. Me alegro de saberlo dijo para sí el joven. Capitán dijo la Dorotea... ¿y os iréis á Italia ó á Flandes?... Me quedaré en Madrid; á más de capitán, quiero serlo de la guardia española.
¿El que mató al marido de cierta bribona á quien galanteaba, y partió con ella los doblones que el difunto había ahorrado, por cuyo delito le ahorcan si no anda por medio don Rodrigo...? El mismo. Ha mandado don Rodrigo á ese hurtado á la horca que enamore á la mujer de Francisco Montiño...
¡Valer! este diamante vale, sin el aro, que es muy rico y que está muy bien esmaltado y cincelado, tres mil y quinientos doblones. No haríais mal negocio. No lo crea vuesa merced, porque como esta joya es de tanto valor, tardaría mucho tiempo en venderla: acaso años. En fin, yo no la quiero vender; quiero solamente empeñarla, y empeñarla por horas.
Guerras honrosas, señor, eran las de antaño, cuando se ganaban reinos a punta de espada, repuso el espadero; pero no éstas en que todo se logra o se pierde por achaques de doblones. ¿Cree acaso vuesa merced que los tercios van agora a la guerra por la gloria o por hacer triunfar nuestra santa religión? Hoy día, como hago yo decir al soldado de un entremés, que ha poco compuse...
Palabra del Dia
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