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Actualizado: 11 de junio de 2025


Como los cuartos se trocaron en reales y los reales en doblones, la dueña se fue ablandando como correaje en el unto, y el mancebo pudo contar, en la misma alcoba de su amada, con una nueva Celestina de prodigiosos ardides. El rumor de aquel violento desaire corrió por la ciudad y fue el origen de un odio acerbo entre las dos familias. Doña Urraca tomó a su cargo la venganza.

Luego metería á su hija en un convento. Una vez libre, haría dejación de la cocina del rey, se retiraría de intrigas y de enredos, y se iría pacíficamente á comerse sus doblones á Navalcarnero, llevándose consigo la misteriosa arca, donde se encerraba indudablemente el destino del bastardo de Osuna.

Dios os lo pague por la buena voluntad, que me tenéis, que cuando a vos vengo a ampararme, porque ya me considero ahorcado, vos me tiráis de los pies. Y no a que perdáis vengo yo, tía Zarandaja, sino a que ganéis la mitad de mil ducados, que porque le sirva me ha dado don Baltasar de Peralta. Y vedlos aquí en buenos doblones de a ocho de los del cuño del emperador.

Le había traído a España una afición decidida a ladrones: quería verlos a toda costa. El gusto de ser robado era su idea, su capricho, el objeto de su viaje; habría dado diez mil sacos de patatas por ver de cerca a José María en su hermoso traje andaluz y con su botonadura de doblones de a cuatro. Traía ex profeso para él un puñal con mango de oro y un par de pistolas de Mantón.

No: pero aunque no lo parece, vale más que todos ellos . Pues entonces, si vale más... por el duque de Lerma, pediría mil doblones; por el otro mil quinientos . Trato hecho dijo el bufón . ¿Cuándo ha de ser? Cuando esté depositado en buenas manos el dinero . ¡Qué! ¿No le tenéis? Nada os importa eso . Es verdad . Adiós . Dios os guarde.

A estos tenaces pensamientos se han opuesto los PP. previniéndoles que los ganados que no pudiesen sacar, se los pagaría el Rey nuestro señor como lo tenía prevenido; á que responden que ellos no se han de mantener ni con las promesas ni con los dineros, sino con las cabezas de sus ganados, y que así, aunque se los paguen en doblones de oro, no tendrán dónde comprar con ello lo necesario para su sustento y entre tanto perecerán de hambre en los desiertos donde los Padres los quieren sacar desterrados, y que últimamente claman unas veces con tristes gemidos y otras con rabioso furor preguntan á los Padres qué delito han cometido contra su Rey y señor para un castigo digno de los más traidores vasallos.

Alegráronsele los ojos y aun las entrañas a Viváis-mil-años, porque se le ocurrió que la que de tal manera, y con dos que parecían maestros de obras, buscaba trazas y tomaba medidas en la huerta, debía haber comprado la casa, y empezó a echar cuentas con los provechos que tan buena vecindad podía procurarle; porque pensar que a tal divina beldad no habían de acudir como moscas a la miel los enamorados, era ser simple, y ya el rapista inventaba historias y enredos, que daba por seguros, y en los cuales él andaría como una importantísima persona, lo cual le produciría buenos escudos, cuando no sendos doblones; por todo lo cual, y ansioso de inquirir lo que hubiese, dejó la ventana, se dejó ir por las fementidas escaleras, y se lanzó en la calle, yendo a dar con su cuerpo en el bodegón de la tía Zarandaja, que en cuanto le vio acudió a la marmita, llenó una escudilla con uña de vaca y morcilla de lustre, y se fue al cabo de mesa, donde, en lo último del figón, se había sentado, como lo acostumbraba, el señor Viváis-mil-años.

Por las grandes urgencias de la guerra pidió el rey un anticipo de dos millones de escudos al estado eclesiástico á cuenta del subsidio y escusado, y el obispo Bonilla sin esperar la aprobacion de S. S. facilitó los 778449 reales que correspondian á la iglesia de Córdoba. Volvió á pedir el rey un nuevo subsidio, y el cabildo ofreció 150 doblones.

Esperó en un zaguán, y cuando salió un lacayo le siguió y le dijo, fingiendo la voz de tal modo que no podía ser reconocido: Yo soy tal persona, que puedo hacerte mucho daño si te niegas á servirme, y rico si me sirves bien. Y diciendo esto, puso en las manos del lacayo algunos doblones de á ocho. ¿Y qué puedo hacer, señor? dijo el lacayo vencido completamente.

¡Ah! dijo tranquilizándose la vieja ; ¡alegróme de que ese sea vuestro apuro! ¡conque ya os regalan! ¡preciso! ¡hidalgos como vos!... Gastan de lo que han heredado de su padre contestó severamente don Juan. ¡Ah! perdonad, perdonad, señor: ¿y es de mucho valor la alhaja? No entiendo de eso... pero yo pido por ella mil doblones. Rica debe ser, pero mostrad.

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