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El mejor oficio del mundo. El tío Chispas, sin apartar la vista de la proa ni las manos del timón, agachándose para sondear la oscuridad por entre la vela y el montón de sacos, le escuchaba con sonrisa marrullera. ; no has escogido mal oficio. Pero tiene quiebras. Las verás... cuando tengas mis años... Pero tu sitio no es aquí: anda a proa y avisa si ves por delante alguna barca.

Entonces comprendí, azorado y atónito, que alrededor de las murallas de esa pieza había, formando altas pilas, unos sobre otros, una inmensidad de sacos de cuero llenos hasta casi reventar. Toqué una pila que había al alcance de mi mano, y vi que lo que dentro se encerraba, era duro y angular y no cedía a la presión.

En estas reflexiones, registré primero la grupa de mi cabalgadura allegadiza, donde no había más que alguna ropa blanca, y después las pistoleras, donde encontré un mendrugo. ¡Hallazgo incomparable! No satisfecho, sin embargo, con tan poca ración, llevé mis exploraciones hasta lo más profundo de aquellos sacos de cuero, y mis dedos sintieron el contacto de unos papeles.

Tras los cochecillos se alzaban leves nubes de polvo. Junto a una taberna jugaban unos perritos. De vez en cuando pasaban por el camino hombres con sacos a la espalda, gentes misteriosas, de esas que siempre, a toda hora, van a alguna parte.

Unos se desplomaron como sacos medio vacíos; otros rebotaron en el suelo lo mismo que pelotas; algunos dieron un salto de gimnasta, con los brazos en alto, cayendo de espaldas ó de bruces, en una actitud de nadador.

Y allá, en el paso del Rothstein un verdadero caminillo de cabras por el que no se pasa una vez cada diez años. ¿No ves brillar una bayoneta detrás de las rocas? Y aquí este otro, que yo he recorrido durante ocho años con mis sacos sin encontrarme a un gendarme, también lo tienen defendido: es preciso que el Diablo ande mezclado en esto y que los haya conducido a los desfiladeros.

Sobre las zanjas al aire libre habían atravesado vigas de las casas arruinadas; sobre las vigas, tablones, puertas, ventanas, y encima del maderaje varías filas de sacos de tierra. Estos sacos estaban cubiertos por una capa de humus de la que brotaban hierbas, dando al lomo de la trinchera una placidez verde y pastoril.

De los sacos de lona que les servían de maletas sacaban sus trajes del tiempo de paz, cuando trabajaban en los vapores de carga, en los veleros que van á Terranova ó en simples barcas de pesca costera. La cocina estaba repleta á ciertas horas de hombres que escuchaban al viejo.

2 se juntaron a una, de un acuerdo, para pelear contra Josué e Israel. 3 Mas los moradores de Gabaón, cuando oyeron lo que Josué había hecho a Jericó y a Hai, 4 ellos usaron también de astucia; pues fueron y se fingieron embajadores, y tomaron sacos viejos sobre sus asnos, y cueros viejos de vino, rotos y remendados,

El cielo estaba obscuro por aquel lado, bajas las nubes, que como grandes sacos de ropa sucia se deshilachaban sobre las colinas de lontananza; a la derecha campos de maíz, ahora vacíos, enseñaban la tierra, negra con la humedad; entre las manchas de las tierras desnudas aparecían el monte bajo, de trecho en trecho, las pomaradas ahora tristes con sus manzanos sin hojas, con sus ramos afilados, que parecían manos y dedos de esqueleto.