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Es un oso que ha roto las rejas de su jaula, y desde que tenga en sus manos su gobierno, pondrá en fuga a todo el mundo. ¡Ay de aquél que caiga en sus manos! No lo largará hasta que expire bajo su gobierno. Es una sanguijuela que no se desprende hasta que no está repleta de sangre.

Aquí, dos bodas; en el restaurant de más allá, otras; en último termino, un cortejo nupcial, zarandeándose al compás de los pianos con la panza repleta de peleón. Aquello repugnaba a Luis. ¡Todo Dios se casaba!... ¡Qué brutos! ¡Cuánta gente inexperta queda en el mundo!

Antes de escribir se consulta el gusto del vulgo, para que la tirada del libro sea grande o la sala de espectáculos esté repleta muchas noches. Y luego, estos inventores de sonoras maldiciones al dios amarillo, cuando llega el ajuste de cuentas con el editor o el empresario, son capaces de andar a cachetes por peseta más o menos... No, Ojeda; yo prefiero la franqueza brutal.

Se obscureció el agua con una dilatación negra, como si se hubiese roto en sus entrañas una gran bolsa repleta de tinta. Subieron á la superficie densas burbujas de gases, que estallaron con un estrépito hediondo, y todos los cables se soltaron á la vez, cayendo inertes, como los segmentos de una serpiente partida, como los tentáculos de un pulpo desgarrado.

Y el señor Viváis-mil-años sacó una bolsa de malla de seda verde, con ricos pasadores de oro, y tan repleta, que casi reventaba. La mitad voy a contaros, continuó Viváis-mil-años, corriendo los pasadores de la bolsa y echando fuera con tiento los doblones para que no sonaran, y así no podréis decirme, si os perdéis, que os perdéis por mi provecho y no por el vuestro.

A nuestra llegada á Jamaica, la entrada de la población se encontraba materialmente repleta de vecinos que llenos de curiosidad, preguntaban á los soldados "dónde venía el 'tullío'". De todas las casas salían á verlo, y el pequeño pueblecito parecía que se encontraba de fiesta.

Hincose, y pidió un libro de horas para confesarse con fray Antonio. Ramiro, colocado muy cerca, escuchó las palabras del Miserere, del Credo, de las Letanías. Lloviznaba. La plaza estaba repleta de muchedumbre. Algunos curiosos habían logrado encaramarse a los tejados, hacia la parte del poniente. Por fin el verdugo se acercó a decir que ya era tiempo.

Anoche, que nos encontrábamos con un toro negro. Pues eso quiere decir que descubriremos un tesoro escondido... Mira , ¿quién nos dice que en esta casa antigua, que habitaron en otro tiempo comerciantes ricos, no hay dentro de tal pared o tabique alguna olla bien repleta de peluconas?

Raimundo le envió un saludo tan respetuoso y una sonrisa tan inocente, que la hermosa dama se sintió halagada. No pudo ocultarse que aquel joven tenía singular dulzura en los ojos, que le hacía muy simpático, y que su conversación, si no repleta de donaires, revelaba firmeza de entendimiento y un espíritu culto.

Apiñábase el público en el crucero, oprimiéndose unos a otros contra la verja del altar mayor, y la valla del centro, debajo de los púlpitos, y quedaban en el resto de la catedral muy a sus anchas los pocos que preferían la comodidad al calorcillo humano de aquel montón de carne repleta. Como la religión es igual para todos, allí se mezclaban todas las clases, edades y condiciones.