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Reían al verle trémulo sobre sus patas, agitando los flancos como los costados de un fuelle, mugiendo con chillón alarido de dolor, los ojos enrojecidos, y arrastrando su lengua por la arena, ávido de una sensación de frescura. Gallardo aguardaba apoyado en la barrera, cerca de la presidencia, la señal para matar. Garabato tenía sobre el borde de la valla el estoque y la muleta preparados.

¡Calla! dijeron al par los dos soldados; y como en aquel momento la gente de la partida pasaba ante la casa, Pateta cruzó de puntillas el desván, yendo a colocarse junto al ventanuco del lado opuesto, que daba frente a la vía férrea, atemorizado con el terror de lo que imaginaba. En el instante de tender Pateta la mirada hacia la valla de la estación, hacía allí alto la partida.

En esto asoman los actores por una puerta lateral de la derecha, clama la muchedumbre que rodea la valla exterior, todo el mundo fija sus miradas en el reluciente teatro, los artistas saludan con una profunda cortesía, permanecen un momento de pié, contemplando al público, como si quisiesen tomar posesion anticipada de su benevolencia, y despues de esta pantomima seductora toman asiento en sus respectivos sofás.

Salió al campo y anduvo a lo largo de las verjas, por senderos extraviados, en dirección a la propiedad que tan bien conocía. La sombra encarnizada le siguió de lejos hasta la valla.

Cuando Mantoux redoblaba el paso, el duque corría detrás de él, como si tuviese alas; cuando aquél volvía la cabeza, el duque se tendía sobre el vientre y se metía en los fosos o se replegaba adosado a un seto espinoso de cactus o de granados. Se detuvo al fin junto a la valla. Una voz secreta le dijo que el único balcón donde se veía luz era el de la señora Chermidy.

Quisieron los propietarios disminuirlos, pero la clientela yanqui declaró que el día que un cotelette valiera menos de un dólar, o una botella de Mumm extra dry menos de diez fuertes, abandonarían la casa. Obligados por la ley a sufrir la presencia de la gente de color en los tranvías y paseos, no tienen más valla que oponer a la invasión democrática que el bolsillo. Y lo emplean largamente.

Ni logró siquiera subir de tolerada a admitida. El mundo es ancho para los hombres, pero angosto, angosto para las mujeres. Siempre sintió Pilar la valla invisible que se elevaba entre ella y aquellas hijas de grandes de España, cuyos hermanos tan familiar e íntimamente frisaban con Perico.

Amalia floreció enmedio de la total ruina de su casa. Ni su figura graciosa y delicada, ni su clara estirpe le valieron para llamar la atención de los hombres. El conocido desastre de la casa y la deplorable reputación de su padre y hermano pusieron en torno de ella una valla que ninguno se atrevía a saltar.

Por fin las campanas de San Vicente comienzan a repicar anunciando la salida de los reos, y a ambos lados de la Calle Ancha, los soldados acuestan las alabardas conteniendo con pena al gentío, cuyo forcejeo incesante amenaza romper la doble valla de madera que viene de las cárceles y circunda uno y otro cadalso. La procesión se acerca. Un resplandor de alabardas cruza la Calcetería.

La juventud estudiantil, esperanza de la patria, ha venido aquí una noche, armada de mazas y de picos, y la ha asaltado románticamente, pero la valla sigue incólume. Hasta las autoridades gubernativas se propusieron echarla abajo, sin que su gestión obtuviera éxito ninguno... Y ¿qué se puede esperar de un pueblo que, todo él, no logra demoler una pobre valla de maderas carcomidas?...