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Actualizado: 5 de junio de 2025


¡Calla! dijeron al par los dos soldados; y como en aquel momento la gente de la partida pasaba ante la casa, Pateta cruzó de puntillas el desván, yendo a colocarse junto al ventanuco del lado opuesto, que daba frente a la vía férrea, atemorizado con el terror de lo que imaginaba. En el instante de tender Pateta la mirada hacia la valla de la estación, hacía allí alto la partida.

Juanita llevó a doña Inés a la alcoba. , subida en una silla, verás por ese ventanuco todo lo que pase. Acaso no tengas poco de qué admirarte y de qué reírte. Dicho esto, salió Juanita de la alcoba y dejó en ella a doña Inés como presa, cerrando de súbito la puerta y echando por fuera la llave. ¿Qué haces? exclamó doña Inés . ¿Qué necedad es la tuya? ¿Por qué me encierras?

Pensó que Can Mallorquí estaba muy cerca, y tal vez Margalida, trémula y pegada a un ventanuco, escuchaba estos aullidos frente a la torre, donde estaba un hombre medroso oyéndolos también, pero encerrado como si fuese sordo. No; no más. Arrojó esta vez definitivamente el libro sobre la mesa, y luego, por instinto, sin saber ciertamente lo que hacía, sopló la llama de la vela.

Veía caer algunos combatientes; a los caballos, sueltas las bridas, huir por el prado... Veía, a la izquierda, que se abría el ventanuco más alto de la casa forestal, y el anciano Cuny, en mangas de camisa, apuntando con el fusil en dirección del grupo, pero sin atreverse a disparar... La anciana veía todas aquellas cosas con una lucidez extraña, y se decía: «El loco ha vuelto... Suceda lo que quiera, esto tiene que terminar como he visto en sueños, y mi cabeza colgará de la silla de su caballo...»

Y ahora que frente al ventanuco de la cuadra se extendía un gran campo de hierba fresca, erguida, ondeante, toda para él; ahora que tenía la mesa puesta, con aquel verde y jugoso mantel que olía á gloria; ahora que engordaba, se redondeaban sus ancas puntiagudas y su dorso nudoso, moría de repente, sin saber de qué, tal vez en uso de su perfecto derecho al descanso, después de sacar á flote la familia.

El joven profesor era el único que no estaba ebrio, pero se mantenía erguido, inabordable, con la ferocidad de la disciplina. Lo introdujo en una pieza abovedada sin otro respiradero que un ventanuco á ras del suelo. Muchas botellas rotas y dos cajones con alguna paja era todo lo que había en la cueva.

Aterrorizaba doña Inés, sacó la cabeza fuera del ventanuco y empezó a gritar; pero nadie podía oírla, y menos aún don Andrés, que no estaba para oír ni ver cosa alguna. Juanita le apretaba el cuello con ambas manos, haciéndole sacar tres pulgadas de lengua fuera de la boca, como perro jadeante. Harto le pesaba tener que matarle.

Al abrir otra vez sus ojos, un rayo de sol deslizándose por el ventanuco trazaba un cuadrilátero de oro en la pared, dando un regio esplendor á las telarañas colgantes. Alguien removía la barricada de la puerta. Una voz de mujer, tímida y angustiada, le llamó repetidas veces. Señor, ¿está usted ahí?

Palabra del Dia

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