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Los hombres de la calle, como un torrente que se desata, como una inmensa y terrible avenida... El presidente: La Mesa no puede permitir que el Sr. Gutiérrez siga hablando de ese modo. «Señor presidente, creo estar en mi perfecto derecho al hablar de la avenida que se precipita... El presidente: Su señoría no puede hablar de la avenida... Una voz: Fuera el presidente.

Por dicha, los mencionados señores expusieron su proyecto al Rey Don Juan II, apellidado con razón el Príncipe Perfecto, el cual, aunque vehementísimo en su cólera y de ímpetus tan vitandos que mataba a puñaladas a quien juzgaba que le ofendía, sin excluir al hermano de su mujer, reflexivamente era tan recto, tan temeroso de Dios y tan buen Católico, que rechazó el plan, indignado.

Espaciosos y bien preparados tambobos, magníficas plantaciones de caña dulce, buenas máquinas, extensas roturaciones, puentes, presas, encauces, sementeras y un perfecto reglamento de colonos se ven en aquella.

13 Perfecto serás con el SE

Don Quijote dice que la murmuración en voz baja tiene un alcance mucho más prodigioso que la bocina de Rolando, que se oía desde Roncesvalles hasta Zaragoza. Don Quijote rechaza la murmuración, sin duda por ser el único Caballero perfecto que ha existido en la tierra y no merecer su conducta el menor reproche.

Déjese de filosofías y manifieste los hechos como Dios le a entender... que se lo da bien mal por cierto. Señor presidente, creo que estoy en mi perfecto derecho... Aquí no tiene usted derecho ninguno, ni perfecto ni imperfecto... Señor presidente, yo... Basta. Retírese usted. ¡Señor presidente!... Que se retire usted inmediatamente, o será expulsado por los hujieres.

Todo, sin duda, está ordenado, perfecto, hermoso hoy como antes y como siempre. No exhalo la menor queja. En hay admiración y agradecimiento. La providencia, la fortuna, lo que quiera que sea, me ha mimado y me ha acariciado en vez de herirme. ¿Qué habrá sido de cuantas en Cádiz y en Sevilla fueron las compañeras de mi primera mocedad?

¿Y no sufre la vanidad femenil al verse dominada en la calle por un hombre á caballo y con armas, lo mismo que en los tiempos de la tiranía masculina? ¡Oh, gentleman! dijo el profesor con acento de reproche . En la vida no puede ser todo perfecto y lógico.

Habiendo llegado a un acuerdo tan perfecto, se separaron llenos de alegría, como es natural. Don Rosendo se quedó en el despacho poniendo en limpio su carta. Gonzalo se fué de nuevo a la sala de costura. No obstante, antes que franquease la puerta, llamóle su futuro suegro para decirle: De esto, ni una palabra a nadie, ¿eh?

Mientras subsistió el drama español, ya perfecto, se consideraron á las comedias, autos, loas y entremeses, como especies distintas; esta división duró largo tiempo, y, como se debe suponer, debía ser conocida de cuantos tratan de tales puntos.