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Pues, a quererlos hacer, de paleta me había venido la ocasión en mi gobierno. Abajó la cabeza don Quijote y hizo reverencia a los duques y a todos los circunstantes, y, volviendo las riendas a Rocinante, siguiéndole Sancho sobre el rucio, se salió del castillo, enderezando su camino a Zaragoza.

Has de saber, Anita mía, que yo tengo para ti un novio, paisano mío. Vuélvete a casa, que allá iré yo y te hablaré del asunto. Aquí sería una profanación. El candidato de Ripamilán era un magistrado, natural de Zaragoza, joven para oidor y algo maduro, aunque no mucho, para novio. Tenía entonces la señorita doña Ana Ozores diez y nueve años y el señor don Víctor Quintanar pasaba de los cuarenta.

Ella no lo conocía. Y aquello continuaba, aquello se había sufrido en Granada, en Zaragoza, en Granada otra vez y luego en Valladolid. Y ni siquiera la compadecían. Nada de hijos. Don Víctor no era pesado, eso es verdad.

No podías llegar más á tiempo. ¿Y los amigos de Zaragoza? ¿Pero de dónde vienes? ... ¿Y el club ... y nuestro club? ... Ya sabes que nos lo disolvieron. Hace seis meses que estoy en Ateca. ¿Y estarás mucho aquí? Siempre! Bien. Aquí la juventud, la vida. Y si he de decirte la verdad ... hacemos falta. ... ¿oh?

Página 229. Digo yo el infrascrito D. Juan Jacinto Félix Vielsa, Rector y cura propio de la Real Capilla de S. Martin de el Real Palacio de la ALJAFERIA de la Ciudad de Zaragoza, en que residen los Sres.

D. Martín Ferrer, natural de Daroca, provincia de Zaragoza, fue Colegial Mayor de San Ildefonso en Alcalá de Henares y Canónigo de la metropolitana de la capital de Aragón: en 1593 fue electo Obispo de Albarracin en donde permaneció tres años y algunos meses, dando ejemplos de su piedad con los pobres socorridos por sus limosnas; a su costa se edificó la torre de aquella Catedral, Iglesia que nunca olvidó pues en 1604 dotó competentemente la solemnidad de la octava de la fiesta al Smo.

Esta segunda vez llegaron las naves y galeras á Cabo Páxaro, 60 millas de Zaragoza, y de allí se engolfaron en el canal de Malta. Las galeras pasaron adelante y llegaron otro día á Malta, donde fueron recibidos del Maestre y Caballeros con mucha fiesta.

Interiormente, la otra voz parecía decir esto: "¡Qué mal lo estoy haciendo! ¡No me aplauden! ¿Qué debo decir ahora?... ¿Trataré éste punto?... No lo trato.... ¿Y aquella idea que antes me ocurrió?... ¡Se me ha escapado!..." Y al mismo tiempo no interrumpía su oración; continuaba defendiendo el club de Zaragoza, explanaba un sistema democrático, y hacía además una breve historia de la República.

En número mucho más considerable aparecieron otras colecciones semejantes, en parte de copioso material, en los últimos años de la vida de Lope, y desde entonces hasta fines del siglo XVII. Las colecciones más grandes de esta clase fueron dos, que llevan el título de Comedias de diferentes autores, impresas en Zaragoza, y en Valencia, habiendo visto la luz la mayor parte en la primera mitad del siglo XVII. Un ejemplar completo de estas obras es una verdadera rareza bibliográfica, que no he visto en ninguna parte, conociendo sólo algunos tomos aislados, como, por ejemplo, el XXIX, Valencia, 1636; el XXXII, Zaragoza, 1640, y el XLIV, también en Zaragoza, 1652.

En seguida Don Francisco Roca, académico de la de San Fernando y Director de arquitectura de la de San Luis de Zaragoza, levantó el plano muy parecido a la de aquella ciudad, si bien mas en pequeño, nombrándose director de obras a D. Ramón Pardo, arquitecto y vecino de la capital de Aragón.