United States or Bahamas ? Vote for the TOP Country of the Week !


«Querido Juan mío: No tengas miedo de que te aburra echándote en cara lo mal y remal que te as portado conmigo. No quiero más que decirte una cosa, y esa cosa es que no puedes tener queja de que e sido tonta de remate por demasiado buena, porque lo que as hecho no lo hace un cabayero, y, sin embargo, eres bueno y te quiero: lo que no es por qué te as ido así, cuando yo no te he faltado ni por soñación. También te quiero decir que no me hago ilusiones contigo, pues estoy combencida de que ni me escribirás ni arás por verme: yo, aunque te quiero con toda mi alma, ojalá no fuese la pura verdad, tampoco procuraré de que lleguemos a encontrarnos en ningún lado, porque te había de ver azorao, y no quiero que le bergüenza de aber se portao mal al hombre a quien yo he, querido.

¡Madre de Dios! exclamó la Nela, cruzando las manos . ¿Tendrá eso algo que ver con lo que yo siento? ¿Qué? Que estoy en el mundo para ser tu lazarillo, y que mis ojos no servirían para nada si no sirvieran para guiarte y decirte cómo son todas las hermosuras de la tierra.

Voy á decirte los nombres: La condesa de Lemos, tu hija, te ha obligado sin duda á que prendas á Quevedo, y la duquesa de Gandía, la buena, la inocente doña Juana de Velasco, ha sido, sin duda, quien te ha exigido la promesa formal de no meterte en prenderle.

Dijo y echó a andar hacia la puerta. ¡Pepe! ¡Pepe! gritó María, desgarrando su pañuelo entre sus dedos agarrotados. Llama al demonio le respondió irónicamente Pepe Vera. ¡Pepe! ¡Pepe!, ten presente lo que voy a decirte. Si te vas con la Lucía, me dejo enamorar por el duque. ¿A que no te atreves? respondió Pepe, dando algunos pasos atrás. ¡A todo me atrevo yo por vengarme!

Y el señor Aubry atraía hacia a Juan, con sus manos temblorosas. Escucha, voy a decirte el medio... ¡ah, ah! vas a quedar contento... escúchame... voy a darte el... ¡Ah, Dios mío!... Yo... ¿qué, qué? te daré... daré... mi querida hija... ¡, eso es!... ¡María Teresa a ti... a ti! trabajarás para ella, ... para que sea siempre feliz... ¿Juan, Juan? promete... promete...

Pero vamos al caso: vamos á lo que tengo que decirte. Por Dios, que no te incomodes. tienes el genio muy vivo: eres una pólvora. Es verdad; yo soy muy desgraciada, y los desgraciados no es fácil que estén de buen humor. V., sin embargo, no tiene derecho á quejarse del mío. ¿Cuándo estuve yo, desde que nos tratamos, desabrida y áspera con V.? Eso es muy verdad.

Andrés prosiguió: Están muy pobres. No han querido decirte nada para no afligirte. ¡Las pobrecitas te quieren mucho! ¡Que si me quieren! ¡Vaya! Nada les digas. Veremos a ver por dónde salen. Para tu gobierno: ya no pueden seguir dándote la mesada.

El día toca a su fin: tengo que trabajar todavía y no me alcanza el tiempo para conversar largo rato contigo. Es cosa resuelta que vayas al convento. ¡Oh, Marta, mirad cómo tiemblo! Haces mal. Escucha lo que voy a decirte. Mañana a las diez, vendrá un coche a buscarte... ¿Por qué te asustas tanto? No hay la menor razón para ello. ¿Es acaso tan dulce y agradable la vida en este estrecho calabozo?

Consérvate digna, recatada, siempre señora inexpugnable; que al fin y al cabo tu marido, por la fuerza de sus vicios, reventará, y entonces podrás volverte a casar eligiendo con todo cuidado otro marido que te considere más y te atienda mejor que el primero. »Otras muchas cosas quisiera decirte; pero como creo haber manifestado las más importantes, no digo más, porque las fuerzas me faltan.

Leocadia miró a su hermano, sorprendida de que así se preocupara por su porvenir. Lo que quiero decirte prosiguió el cura es que, tan joven, y reuniendo condiciones que son para la mujer llave de sana prosperidad, no debes contraer compromisos formales con un hombre inferior a ; porque esto no me lo negarás.