United States or Liechtenstein ? Vote for the TOP Country of the Week !


4 Y viniendo ellos a Jesús, le rogaron con diligencia, diciéndole: Porque es digno de concederle esto; 5 que ama nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga. 6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estuviesen lejos de su casa, envió el centurión amigos a él, diciéndole: Señor, no te incomodes, que no soy digno que entres debajo de mi tejado;

Con tales desarreglos se pierde el estómago, y eso en la vejez es llamar a la muerte. ¡Jesús, hombre! No te incomodes por eso.... Niñas, basta de música. A comer. La graciosa sevillana paró en seco, y las dos niñas abandonaron el salón seguidas del tío, que se detuvo en la puerta del comedor sonriendo al ver el aspecto de la mesa. Manuela, por lo que se ve, esto promete.

Pero vamos al caso: vamos á lo que tengo que decirte. Por Dios, que no te incomodes. tienes el genio muy vivo: eres una pólvora. Es verdad; yo soy muy desgraciada, y los desgraciados no es fácil que estén de buen humor. V., sin embargo, no tiene derecho á quejarse del mío. ¿Cuándo estuve yo, desde que nos tratamos, desabrida y áspera con V.? Eso es muy verdad.

Vamos, Velázquez, déjala interrumpió Pepe de Chiclana, avergonzado por haber sido causa de aquella disputa. ¡Déjala! ¡déjala! dijeron todos á un tiempo. He dicho que baila, y bailará profirió Velázquez alzándose de la silla en actitud soberbia y provocativa. Soledad se puso pálida; quedó un instante suspensa y dijo al cabo humildemente: Está bien; no te incomodes. Haré lo que tu quieras.

Pero tuvo aún serenidad para gritarle: ¡Deja ese revólver, Manolo! Si no lo dejas no vuelves a ver en tu vida a Amparo. ¿Por qué? preguntó aquél bajando el arma con el desconsuelo pintado en los ojos. Porque yo no quiero; porque la aconsejaré que no te deje entrar más en su casa.... Bueno, hombre, no te incomodes.... Ha sido una broma replicó apresurándose a colocar el revólver en su sitio.

Déjate de lloriqueos dijo Lady Clara librando su vestido de los húmedos besos de la niña, y sintiéndose molesta por extremo. Vamos, enjúgate la cara, vete y no incomodes. Escucha prosiguió cuando Carolina se marchaba. ¿Dónde está tu papá? ¿Quién te cuida, niña? dijo Lady Clara mirándola fijamente. John, el chino. Me vizto zola; John hace la comida y arregla las camas.

Buscó entonces distracciones a toda costa; los domingos frecuentaba los bailes, iba a las aldeas vecinas, sobre todo para visitar a las gentes del oficio. Resultó de esto que un buen día, al comienzo de su segundo año de servicio, Juan recibió de su hermano una carta concebida en estos términos: * «Mi querido hermano: Es preciso que te escriba aunque te incomodes conmigo.

Vamos, mujer, no te incomodes... me quedaré... ¡Si no me incomodo! ¡Incomodarme yo!... ¡Anda, anda, pues buena soy para incomodarme!... Váyase, váyase cuanto antes con el sobrino... El párroco, viendo que la tormenta arreciaba y que no había esperanza de conjurarla de ningún modo, después de vacilar algunos instantes, giró sobre los talones y salió de la cocina con el semblante encendido.

Cuando alzó los ojos, pronunció estas palabras: Ese matrimonio tiene que consumarse. Si no es conveniente, Dios lo impedirá. ¿Es tu última palabra, Facundo? Es mi última palabra. Buen chasco me has dado.... Salgo volada. Ya se presentarán ocasiones sobradas de complacerla. ¡Quia! Beatriz Valdedulla no te volverá a pedir un favor. No te incomodes en salir a despedirme.