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Sería muy necio y muy egoísta si fuese a incomodarme por una cosa que después de todo no está en su mano el evitar. Es cuestión de temperamento, y yo acostumbro a respetarlo; mucho más tratándose de mi esposa, que se encuentra en un estado excepcional... Pero hay algo más. Lo que me acaba de pasar llueve sobre mojado.

¡Uffff!... Y ¿qué es de tu mujer? Por ahí anda. Poco entusiasmado te veo. Todo lo que cabe en justicia... No congeniamos..., como era de esperar. Ella tenía sus resabios de casta, y yo los míos; y como no me gusta incomodarme, poco a poco y con cierta diplomacia nos fuimos restituyendo mutuamente la querida libertad, hasta hacer cada uno la vida que más le agrada. ¿Tienes hijos?

No se nos ha pasado por la tela del juicio dárselo, por supuesto; pero si se lo diéramos, se quedaría con ello, y pediría en seguida a otra persona. Ayer, cuando me vino con la embajada de meter la cama de usted en mi cuarto, estuve a punto de incomodarme de veras y dejar la casa. Hubiera usted hecho bien. Si usted se incomoda de veras, le deja en paz a escape.

Embustera, trapalona... ¿Crees que me embaucas a con tus enredos? Vaya, vaya, no quiero incomodarme... Me tiene peor cuenta, y no estoy yo para coger berrinches... Comprendido, Nina, comprendido. Allá te entenderás con tu conciencia. Yo me lavo las manos, y dejo a Dios que te tu merecido. ¿Qué, señora?

A ti no te importa eso.... Toma varas con los sayos negros y déjame a . ¡Borracho! ¡Pues y !.. exclamó Tablas, mascando su cólera . Vamos, no quiero incomodarme.... ¿Por qué has recibido a los clérigos? Porque es mi santa voluntad. Soy reina de mi casa. Reinita nada menos....

Dígalo, si no, el ejemplo de la tertulia: al principio me era insoportable; y cada tertuliano, nuevo para , que se presentaba en ella, me parecía más zafio y más insulso que los anteriores; no hallaba chiste en sus «humorismos» expresados en un lenguaje mutilado y convencional, ni motivo, por lo tanto, para algunas risotadas vergonzantes que hasta llegaban a incomodarme, como si me ofendieran; hastiábame la simplicidad de los asuntos que más les interesaban a ellos, y sin poderlo remediar acordábame del resobado lamento del poeta latino desterrado en el Ponto: el bárbaro parecía yo, que a nadie entendía ni de nadie era entendido allí.

Por fin Carlos rompió el silencio diciendo: No podía desairar a D. Felicísimo... por eso te he recibido, exponiéndome a las consecuencias de este mal rato. Ya sabes que estoy enfermo y el médico dice que no debo incomodarme. Eso depende de ti. Yo vengo con bandera de paz y decidido a no incomodarme. Has hecho bien en recibirme.

«No quiero incomodarme, no quiero alzar tampoco la voz dijo doña Lupe levantándose de su asiento , porque no se entere ese desventurado». Salió un momento con objeto de cerrar puertas para que no se oyera la gresca, y a poco volvió al gabinete, diciendo: «Se ha quedado dormido. Si te parece, haz bulla para que no descanse el pobrecito. Te estás portando... ¡Silencio!».

Vamos, mujer, no te incomodes... me quedaré... ¡Si no me incomodo! ¡Incomodarme yo!... ¡Anda, anda, pues buena soy para incomodarme!... Váyase, váyase cuanto antes con el sobrino... El párroco, viendo que la tormenta arreciaba y que no había esperanza de conjurarla de ningún modo, después de vacilar algunos instantes, giró sobre los talones y salió de la cocina con el semblante encendido.

Ven... ven conmigo... por aquí y abrazados como dos hermanos que se consuelan, como dos amantes que se idolatran, siguieron por un camino del jardín hasta una pequeña glorieta en uno de cuyos bancos se sentaron, oyendo claras y nítidas las sugerentes notas del nocturno. ¡Cuánto te incomodo!... No, Lorenzo, no puedes incomodarme jamás... ¿pero qué tienes?...