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No, señor; es la primera vez que viene a la Opera... Soy antiguo abonado y no la he visto hasta hoy. Los espectadores inmediatos tampoco la conocían. Pero no lejos de ellos, un extranjero, de aspecto distinguido, se inclinó respetuosamente saludando a la hermosa dama. En seguida todos apresuráronse a preguntarle su nombre. Es lady Inggerton, la esposa de un opulento par de Inglaterra.

Yo la hubiera estrechado entre mis brazos, la hubiera arrancado frenético aquella corona de rosas blancas... De seguro Amparo hubiera sido para una esposa sumisa... Pero... yo quería su amor... y ella... ¡ella se había casado conmigo porque se lo mandaba yo! ¡por agradecimiento!

Y lo dijo tristemente, recordando con nostalgia los tiempos de paz, cuando sufría la preocupación de los negocios mediocres... pero vivía su hijo. ¿De qué iba á servirle esta riqueza que le asaltaba por todos lados como si pretendiese aplastarle con su peso?... Su esposa podría derramar el dinero á manos llenas en obras de caridad; podría dotar á sus sobrinas como si fuesen hijas de un prócer... ¡y nada más!

Principiamos la lectura, y á vueltas de bellezas de primer orden nos encontramos con un párrafo que literalmente dice así: En el reino de Aracan, en las islas Filipinas, ningún hombre toma por esposa una doncella so pena de considerarse deshonrado.

Pero su esposa fue a verme para suplicarme que les permitiese estar un mes en Palacio, mientras buscaban casa, a lo que accedí de muy buen grado.

Es claro que a él le importa principalmente dijo Santa Cruz hostigándole más . Y que tiene el genio blando este señor Ido. Y para que usted, señora añadió el desgraciado mirando a Jacinta de un modo que la hizo estremecer , pueda apreciar la justa indignación de un hombre de honor, sepa que mi esposa es... ¡adúuultera!

Desgraciadamente, la débil salud del Rey y las enfermedades cerebrales que continuamente padecía, hacían temer por su vida y por su razón; dominábale una melancolía que no lograban disipar los cuidados y la ternura de su joven esposa la princesa María Teresa de Portugal, de quien era sinceramente amado.

Podría suceder que él no me quisiera ya. ¡Bonita idea! ¿Me tienes por un necio? ¿Me crees capaz de inclinarte a ser esposa de un hombre, sin saber si ese hombre te quiere, y lo que es más aún, que te merece? ¡Entonces, ha hablado usted con él!... ¿le ha dicho?... y ¿él le ha dicho?... ¿ustedes se han ocupado de esto antes de hablarme a ?... ¿

Cuando salió a la claridad, con el cielo por techo, vio en lo alto de la escalinata de mármol, con una mano apoyada en el cancel dorado de la puerta de la casa, a su querida esposa que extendía el brazo derecho hacia la luna, con una flor entre los dedos. Eh, ¿qué tal, Quintanar? ¿Qué tal efecto de luna hago?... ¡Magnífico!

El anciano Hales vive siempre en las Encrucijadas de Owston, y hace poco que vino a Londres, acompañado de su esposa, a hacernos una larga visita. En cuanto al secreto del cardenal, hasta hoy no se ha traslucido nada, el público no lo conoce, pues está demasiado bien guardado por nosotros.