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¡Ah!... exclamó él con la expresión que se da a toda idea de un trabajo abrumador . No crea usted... para exponer el sistema completo con claridad bastante para que todos lo comprendan, se necesita quemarse las cejas... ¡digo! Tendré que pasar las noches de claro en claro.

Y aunque brillase el sol, como por encima de la gran magnolia estaba brillando aquella tarde, alrededor de Ana se veía una claridad de estrella. Corrían arroyos dulces por los corazones cuando estaba en presencia de ella.

Mi alma está negra... más negra que la noche repuso con alucinación . Camino sin cesar buscando la claridad, y no hago más que dar vueltas recorriendo un círculo fatal. Cádiz es una cárcel redonda, cuya pared circular gira alrededor de nuestro cerebro... Me muero aquí.

Luego tocaba a Isidora explanar sus pretensiones. ¡Pero le era tan difícil hacerlo!... Sus ideales eran confusos, y su posición particular, su delicadeza, no le permitían hablar mucho de ellos. ¡Oh!, si dijera todo lo que podía decir, Miquis se asombraría, se quedaría hecho un poste. ¡Pero no, no podía explicarse con claridad! La cosa era grave.

La forma externa de sus obras se acomoda exactamente á la perfección del fondo; su lenguaje se amolda siempre maravillosamente á los pensamientos que expresa; elévase, con la osadía de los conceptos, al peldaño más alto de la locución poética sin hinchazón y sin hojarasca, y hasta en las escenas menos animadas puede calificarse de modelo de claridad y de naturalidad.

Pues bien, ahora lo estoy mucho más, cien veces más. ¡Qué mujer tan simpática! ¡Qué tranquilidad, qué dulzura respiran todas sus palabras y movimientos! ¡Qué timbre de voz tan delicioso! Parece que viene impregnado de la claridad y armonía que reinan en su alma.

No podía mostrar con más claridad la simpatía por todo lo referente á su persona. Además, el acompañamiento de Watson no podía inspirarle celos. Todos le tenían en el país por novio de la niña de Rojas... Y finalmente se retiraba, aunque de mal talante, para ir á visitar las obras del dique.

Tenue claridad flotaba sobre la morada de pureza y de pasión, como si sus tapias encerrasen algún milagroso huerto de lirios. Nubes bajas, resquebrajadas como témpanos, cubrían el cielo, dejando transparentar esa temerosa luz cenicienta favorable a todos los ensalmos. Los gallos cantaban por momentos, como si comenzase la aurora. Un perro latió de modo lúgubre al pie de la muralla.

Antes de salir, ella, que tenía en él la vista fija, le miró con amor e hizo ondear en su mano un blanco cendal, como despidiéndose. Su larga mirada fue elocuentísima y decía con toda claridad: hasta que pronto, muy pronto volvamos a vernos. En un extremo de la ciudad y en espacioso edificio, Morsamor con toda su gente estaba acuartelado.

Su débil claridad apenas iluminaba los pies del Santo Cristo próximo, y el blanco cuerpo de un obispo de mármol que, tendido en su mausoleo, parecía como que á ratos abría la boca para bostezar.