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La lluvia comenzaba a caer. Ella se estremeció. Yo volví a tornar su mano. Quería decirla que ese era el último saludo, que podía dejar su mano en la mía por última vez. No pude hablar. Ella no retiraba la mano, y yo seguía sin pronunciar una sílaba: un tumulto de ideas me confundían... ¿No notaba usted la terrible lucha que ella sentía en su interior?

Luego observó que la marquesa se retiraba hacia un rincón con el padre Ortega y hablaban reservadamente. Sospechó que también él estaba sobre el tapete. El sacerdote le dirigió dos o tres miradas con sus ojos vagos de miope. No se había acercado a Esperancita en todo el tiempo, pero de lejos se miraban y se sonreían. La niña parecía sorprendida de aquella actitud reservada.

No, á ese no podía quererlo Pepita: lo despreciaba á pesar de que la perseguía en las visitas, extremando con ella su cortesía empalagosa copiada de los padres de la Compañía. Se retiraba de él con cierta impresión de asco: como si la pudiera manchar con impuros contagios, á los que ella, en su inocencia, daba formas monstruosas.

La puerta estaba al nivel de las ventanas superiores; así los antiguos guardianes podían evitar una sorpresa de los piratas, valiéndose para sus entradas y salidas de una escala, que retiraban al interior en cuanto llegaba la noche. Jaime había hecho fabricar una ruda escalera de madera para llegar a su habitación, pero no la retiraba nunca.

Y lloraba, señor; habíase llevado un dedo a los ojos y lo retiraba mojado de lágrimas. ¡Llorar un hombre como él! ¡Ah, la ingrata...! Pero un golpe de tos seca, espasmódica, asfixiante, le volvió a la realidad.

Magdalena parecía menos ocupada de la música, distraída por una idea molesta, como si aquel encuentro y aquella permanencia cara a cara la importunasen. Una o dos veces todavía, trató de aclarar las dudas; después quedó extraña a todo lo que en torno de ella sucedía y comprendí que se retiraba al fondo de su pensamiento.

Nunca pude acostumbrarme á la cara de aquel estanquero, y siempre que intentaba darme la mano, retiraba yo la mía. Sin embargo, todo el mundo le estimaba y estaba muy bien visto en el barrio. Pues bien, señor, hace tres meses, el tal se ha fugado con los fondos del gobierno y los del propietario del estanco y se han descubierto horrores.

Un ruido de pasos en el inmediato corredor le hizo volver al presente. Era un vecino que se retiraba. Nélida no tardaría en presentarse, y era ridículo que él la recibiese vistiendo aún el smoking de la comida. Luego de desnudarse se cubrió con un pijama, tomó un libro, y esperó leyendo y fumando. El interés de la lectura se apoderó de él al poco rato.

Ella los encontró...; pero sonriéndoles y saludando con la mano les dijo, desde la puerta: Nada, nada... venía por unos papeles.... Ya volveré... Ana iba a llamarla: «no había secretos, ¿por qué se retiraba aquella señora?...» esto quería decirle, pero un gesto del Magistral la contuvo. Déjela usted dijo De Pas con un tono imperioso que a la Regenta siempre le sonaba bien.

Por las noches se retiraba contenta. Tenía tres mil ó cuatro mil francos más; pero ¿qué era esto?... Se lamentaba de la escasez de su capital. Quería hacer el gran juego, para recuperar todo lo perdido. Así, poco á poco, no llegaría nunca. ¡Si pudiese reunir otra vez aquellos treinta mil francos, que subían ó bajaban, pero manteniéndose siempre fieles!...