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Sacó el joven el estuche, y del estuche la sortija. Entonces pasó por la vieja una cosa extraña. Se estremeció, tembló, y su pequeño ojo bizco y colorado, se puso á bailar mirando la sortija. Rica es, en efecto; pero me parece que pedís mucho: en fin, lo que yo puedo hacer es enviaros... mejor... mi marido os acompañará. Melchor, lleva á ese caballero á casa del señor Gabriel Cornejo.

Fijme, Sinforoso, ¡que allá va socojo! le volvió a gritar acercándose rápidamente. Los clérigos, oyendo la voz de aquel odioso y terrible enemigo de la Iglesia, soltaron la presa; pero enardecidos por el combate, trataron de hacerle frente poniéndose en línea de batalla con los bastones en alto. Al divisarlos Peña, se estremeció de ira y de gozo al mismo tiempo. ¡Son curas!

Novoa, hombre simple en sus gustos, que no podía comprender el amor mas que ordenadamente, dentro de la regularidad de una equivalencia de edades, rió de este apasionamiento del oficial como de algo grotesco. ¡Qué absurdo! ¡Enamorarse de ese modo de una mujer que casi puede ser su madre!... El príncipe se estremeció al oir esto, mirando fijamente á su acompañante. No; no sabía nada.

Yo no conservo ninguna tuya. Ya sabes que las rompo en cuanto las recibo. Raimundo no se movió. Después de esperar unos momentos, Clementina se acercó a él por detrás, se inclinó silenciosamente y le puso las dos manos en las mejillas, diciéndole con acento dulce: ¡Retonto! ¿no hay más mujeres que yo en el mundo? Raimundo se estremeció al contacto de aquellas manos delicadas.

Vamos basta de lloros, bésame, y que no vuelva a verte hasta después del baile, si es que no dejo la piel. Melia se puso talmente pálida, que se la hubiera podido tomar por una estatua de alabastro... Kernok... déjeme a su lado murmuró, y arrojó sus brazos al cuello del pirata, que se estremeció un momento y después la rechazó. ¡Vete! exclamó ; ¡vete!

Bobart, cogido por el brazo, abrió él mismo la puerta y como quisiera alumbrar el camino, con su linterna, dijo Mauricio: ¡Demasiadas atenciones! La luna basta ... y sobra. Hay que ir á buscar á mi padrino á la estufa. Ante la idea de encontrarse enfrente de Roussel, Bobart se estremeció, pero echó á andar, sin embargo. No tenía deseo alguno de resistirse.

Hace usted muy mal en hacerse de rogar para venir, cuando sabe que lo queremos tanto... ¡No, no proteste! exclamó con alegría, golpeando suavemente con una flor el brazo del joven, que se estremeció al contacto de aquella caricia.

Entonces, le dije al fin levantándome creo que lo más discreto es que no vuelva más a verla. Creo lo mismo me respondió. Pero no me moví. ¿Nunca más? añadí. No, nunca... como usted quiera rompió en un sollozo, mientras dos lágrimas vencidas rodaban por sus mejillas. Al acercarme se llevó las manos a la cara, y apenas sintió mi contacto se estremeció violentamente y rompió en sollozos.

Es imposible negarlo. ¡Todas las circunstancias agravantes acompañan al crimen; ya sabéis lo que os espera: la pérdida de vuestra fortuna, el eterno deshonor y cinco años de presidio! La señora de Bruinsteen fijó un momento la mirada en el papel. Se puso pálida como la muerte, y todo su cuerpo se estremeció.

Carmen se estremeció con esta proposición. ¿Ver la corrida?... No. Había llegado hasta la plaza con un esfuerzo de su voluntad, y se arrepentía de ello. Le era imposible resistir la presencia de su marido en el redondel. Nunca le había visto toreando. Aguardaría allí hasta que no pudiese más.