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Nunca lo habia oido, respondió Candido; pero, séalo ó no lo sea, yo no tengo pan que comer. Ni lo mereces, replicó el otro; anda, bribon, anda, miserable, y que no te vuelva yo á ver en mi vida.

Lo mejor que se puede decir es que ha sido un delirio. Vuelva usted en su juicio; deje de visitar a esas mujeres, y todos trataremos en el pueblo de hacer olvidar que usted las ha visitado pretendiendo a una de ellas, hasta ahora tal vez en balde. Si ha pecado sólo con la intención, no por eso es menor el pecado.

No puede usted figurarse, condesa, lo impresionable que soy. Es desgracia nacer con un temperamento como el mío. El médico me dice que soy un manojo de nervios y que debo evitar todas las emociones vivas, lo mismo las tristes que las placenteras... Pero si he de huir las últimas añadió después de breve silencio y fijando sus ojos tímidos en la condesa es preciso que no vuelva á parecer por aquí.

No habrá aguador ni carbonero que no le pida la lumbre, y le detenga en la calle, y le manosee y empuerque su tabaco, y se le vuelva apagado. ¿Tiene usted criados?

Decididamente, es usted demasiado perfecta, señorita Elena, y su conciencia se alarma demasiado fácilmente... La caridad cristiana gana mucho cuando no se la exhibe con cierta pedantería... Aquí están las notas que deseaba su padre de usted. Sírvase usted entregárselas cuando vuelva. Saludé y me fui. Elena hizo un movimiento como para retenerme, pero nada dijo sin embargo.

Sobresaltado con tales ideas, abrió corriendo la carta y leyó lo que sigue: «Querido Paco: Aunque me tienes enojada porque llamas a Braulio con tanto misterio, arrancándole del lado mío, todo te lo perdonaré si me le despachas pronto y le dejas libre para que se vuelva con su mujercita, que no vive a gusto sin él.

17 Y él respondió: Yo te ruego, que si he hallado gracia delante de ti, me des señal de que has hablado conmigo. 18 Te ruego que no te vayas de aquí, hasta que a ti vuelva, y saque mi presente, y lo ponga delante de ti. Y él respondió: Yo esperaré hasta que vuelvas.

¡Oh Sancho bendito! ¡Oh Sancho amable -respondió don Quijote-, y cuán obligados hemos de quedar Dulcinea y yo a servirte todos los días que el cielo nos diere de vida! Si ella vuelve al ser perdido, que no es posible sino que vuelva, su desdicha habrá sido dicha, y mi vencimiento, felicísimo triunfo.

Que no vuelva: dile que no vuelva, o le aborreceré. Pero lo que la traviesa muñeca no decía era que le importaban muy poco las cóleras de mamá y que deseaba la desaparición de Andresito por propio interés.

Estas palabras apagaron la hirviente cólera del Sultán; y ya, más sereno, y tomando un tono blando y de indulgencia, le rogó a Ben-Farding que hablase, y éste, en tono regocijado, le dijo: Voy al punto, Príncipe de los creyentes; pero antes déjame que vuelva a contemplar la muchacha, y que me goce en este privilegio que tienen mis ojos de poder admirar la belleza entre las tinieblas. ¡Oh, qué boca de rubíes! volvió a repetir . ¡Qué frente! ¡Qué pies y qué madeja!...