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Y pasando a cosas menos serias, ¿no sabes que la tonadillera se ha casado? fuiste muy tonto. Empezaba la orquesta el preludio del tercer acto y apagaron las luces. Castilla miró una vez más, con atrevimiento, a la niña del palco. Pero como Muñoz se retiraba, sin saludarle, le retuvo en el pasillo. Oye, sabes que con todos mis defectos una cualidad no me falta: la franqueza.

Cada vez que llegaba yo a la puerta de la solana, miraba maquinalmente por uno de sus cuarterones, y veía cómo iban espesando los copos y se amontonaban los que el aire depositaba sobre la baranda del balcón, hasta que en una de mis vueltas noté que se formaban grandes remolinos sobre el huerto; que los copos crecían de volumen, y, por último, que empezaba a «trapear» con tal pujanza, que en un instante emblanqueció la poca tierra que se veía desde allí, y se apagaron los mortecinos destellos de la luz del sol que llevaban dos horas de luchar inútilmente con la espesura del nublado.

El monte se venía abajo, faltándole sus cimientos seculares; el riachuelo variaba de curso, y echando fuera del cauce sus espejillos, inundaba espantosamente la llanura; las casas hundían el tejado en la arena; el Portal se estremecía cual si fuera combatido de horribles vientos, y como se apagaron muchas luces resultó nublado el sol y obscurecidas las luminarias del día y de la noche.

Algunos roncaban tirados en las banquetas; otros se alejaban titubeando, para volver poco después pálidos, con la pechera de la camisa manchada. De pronto se apagaron las luces y salimos empujándonos, entre un griterío de protesta. Se habló un poco de matar al mayordomo, pero había desaparecido. ¿Y se fueron ustedes a dormir? preguntó Ojeda.

Total, trescientos volcanes en actividad que dominan circularmente el mundo oriental. En la otra cara del globo, nuestro Océano Atlántico ofrecía análogo aspecto antes de las revoluciones que apagaron la mayor parte de los volcanes de Europa, aniquilando por otra parte el continente de la Atlántida.

Después del asado desaparecieron los camareros, y todas las luces se apagaron de golpe. Esta obscuridad absoluta provocó, luego de un silencio de sorpresa, gritos y silbidos. Los malintencionados imitaban en las tinieblas chasquidos de besos; otros lanzaron bramidos de animales. Pero el estruendo fue de corta duración.

La luz que ellos apagaron se enciende en las tinieblas donde el alma vivía, y para que mi linaje, donde hubo santos y grandes capitanes, no lo cubran mis hijos de oprobio, acabando en la horca por ladrones, les repartiré mis bienes y quedaré pobre, pobre de pedir por las puertas.... Ahora probemos entre los dos a levantar la sepultura.... ¡Quiero ver a mi muerta!... ¡Acaso me hable!

Echaron un cántaro de agua sobre el fuego de mi espíritu, y lo apagaron... Yo hubiera sido algo bueno, algo santo, algo puro, y me transformaron en un ser vulgar, insignificante.

Y muy pronto sus amoríos campesinos se le aparecieron como una de esas estrellas fugaces que nacen en un cielo de agosto, lo atraviesan y se apagan... Las preocupaciones del oficio y del ascenso apagaron pronto en él hasta el menor recuerdo de aquella aventura juvenil.

Me entré de rondón a mi estancia, pero el cuerpo me siguió con un rumor sordo e interrumpido; una vez dentro los dos, su aliento desigual y sus movimientos violentos, apagaron la luz; una bocanada de aire colada por la puerta al abrir, me cerró la de mi habitación, y quedamos dentro casi a obscuras yo y mi criado, es decir, la verdad y Fígaro, aquélla en figura de hombre beodo arrimado a los pies de mi cama para no vacilar, y yo a su cabecera, buscando un fósforo que nos iluminase.