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No puedo escribiros más, mi buen padre. Estoy aturdida con lo que me sucede; enviad vuestra bendición, señor, á vuestra hija que os ama y queda rogando á Dios por vuestra vida. ClaraCerró esta carta y llamó. Que venga al momento Anselmo dijo. Presentóse poco después un escudero como de cincuenta años. Monta al momento á caballo, mi buen Anselmo dijo Clara , y ve á llevar á mi padre esta carta.

Entró Esperanza, el duque con ella, cerró el postigo, hizo luz con la linterna que llevaba bajo la capa, se quitó el antifaz y dejó ver su semblante á Esperanza. La muchacha se estremeció y cayó de rodillas. ¡Ah, señor! ¡perdonadme, perdonadme por haber dudado de vuecencia! exclamó. No me conocías dijo el duque , y nada tiene de extraño.

Llegaron los dos soldados con la carta del Padre Cardiel, á cuya súplica condescendió el Padre Strobl, quien el jueves 17, al salir el sol, saltó en tierra con el alferez y los soldados, á juntarse con dicho Padre Cardiel, al mismo tiempo el Padre Quiroga, el capitan de navio y el primer piloto, fueron en la lancha á sondar lo que les faltaba de la bahia, y saltando en tierra, subieron á un cerro bien alto, que está al norte de la bahia.

Al ponerse el sol sintieron el ambiente muy cálido, cosa extraordinaria en estas costas: dieron fondo con un anclote al sud-oeste, un cuarto al sur de un cerro, el mas alto de esta costa, distante seis leguas. Lúnes 7, á medio dia estaban en 48 grados, 48 minutos al este-nord-este del cerro mas alto, que es uno de los últimos de la tierra alta.

Le indicó un asiento enfrente de ella, dejó la labor sobre la mesa y cerró la ventana. El sol empieza á nublarse, dijo, y hace fresco. Esta primavera inglesa es glacial. ¿Hace mejor tiempo en América? ¡Oh! En América todo es mejor. Las estaciones no engañan, ni los hombres. Sorege levantó la cabeza. La alusión era directa; el ataque comenzaba y había que responder inmediatamente.

Para el bien o para el mal, la lección había sido aprovechada, y detrás de ellos la escuela de Red-Mountain se cerró para siempre, dejando un rastro imperdurable. EL HIJO PRÓDIGO DEL SE

Como la ciudad tiene la forma de un anfiteatro, descansando sobre tres colinas equidistantes, y con pequeñas calles escalonadas en graderías hácia las alturas del cerro, en tanto que la bahía le sirve de base en su extremidad occidental, se podia abarcar con la vista todo el escenario.

Bruscamente tomó la resolución de abandonar la casa. «Nada, yo no estoy más tiempo con este tíoMetió sin hacer ruido su ropa y enseres en el baúl y lo cerró. Después se sentó sobre la cama y, con el oído atento, los ojos extáticos, aguardó.

Cerró la ventana, fingiendo un miedo pueril á los mosquitos, y Robledo tuvo que retirarse desalentado. A la misma hora el ingeniero Canterac escribía en su mesa de trabajo, terminando una larga carta con estas palabras: «... y tal es mi última voluntad, que espero cumpliréis. ¡Adiós, esposa mía! ¡Adiós, hijos míos! Perdonadme

Y se cerró en estocadas estrechas, obligando al contrario á repararse con cuidado. ¡Ah! ¡ah! murmuró el joven ; en la corte no saben más que echar plantas; paréceme que ya le tengo para el desarme de mi tío el arcipreste. ¡Veamos! ¡Pobre hombre! ¡Bah! ¡estáis preso! ¡Sois mío!