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Aléjate con todas las mentiras viejas de que te han atiborrado el cráneo... ¡ignorante! Su rabia le hizo caer en un sillón, volviendo la espalda al piloto, ocultando su cabeza entre las manos, para dar á entender con este silencio despectivo que todo había terminado.

¡A los remos, Horn! exclamó el Capitán, descargando su fusil en medio de la banda de cocodrilos. El piloto, el chino y Hans se pusieron a remar desesperadamente dirigiendo la chalupa hacia la orilla izquierda, mientras Cornelio y el Capitán, por medio de frecuentes disparos, mantenían lejos a los saurios, los cuales no parecían ya muy dispuestos a seguir atacando.

Cornelio y Hans, parapetados tras de unos pedruscos, hacían fuego sin cesar, procurando herir a los jefes y a los sacerdotes, mientras su tío y el piloto se alejaban corriendo para llegar pronto a las peñas, de las cuales distaban ya muy poco. Tenían esperanza de llegar pronto a la orilla del mar si los dos valientes jóvenes conseguían retardar el asalto algunos minutos.

Y en carta que he visto escrita de la Asunción de 30 de Abril de 1717, escrita después del castigo de muerte que se dió á los Payaguás dichos, se decía corría por cierto en aquella ciudad que había muerto sólo el P. Arce, y al P. Blende le tenían los mismos Payaguás cautivo con algunos de sus indios, y que al piloto español le habían vendido á los Guaycurús.

Si algún defecto podía ponérsele, era el de ajustarse demasiadamente al original. Un día se aventuró a decir que «la condesa había echado mano al botón de su secretario». Esta declaración levantó tan gran polvareda entre la gente ignorante, que don Rufo, justamente irritado, dejó la traducción del folletín. Se le encomendó a un piloto que había hecho muchos años la carrera de Bayona.

Que el Ayuntamiento había mandado podar los árboles del paseo de Riego: disputa en el Saloncillo. Que el dependiente de la casa González Hijos se había escapado con catorce mil reales: disputa. Que el cura de la parroquia se negaba a dar certificado de buena conducta al piloto Velasco: Alvaro Peña tuvo un vómito de sangre a consecuencia de esta disputa.

El piloto era enemigo de estos amarres, que dejaban libre el paso á los curiosos y los importunos. Cuando se había dado cuenta de la visita, la señora estaba ya en la cubierta, cerca de las cámaras. Recordaba bien el camino del salón: quería seguir adelante; pero él había hecho que Caragòl la detuviese mientras venía á avisar al capitán. ¡Cristo! murmuró éste . ¡Cristo!...

Este dia mandé la chalupa con el piloto buscar el río principal, y yo salí asimismo con el bote por ser tantos los canales que hay, no es fácil hallar el principal. A las dos de la tarde ya estaba cerciorado cual era el rio principal, y lo seguì aguas arriba hasta la Isla de Lobos. A las cuatro y media de la tarde vuelta y llegué á bordo á las siete de la noche, y no pareciò la chalupa.

El Príncipe de las tinieblas aparece como un pirata en un bajel negro, cuyo piloto es la Envidia, dirigiéndolo por las olas del río Leteo, que corre entre el Caos y el Abismo. Intenta cautivar á la Naturaleza humana, nonnata todavía, pero cuyo próximo nacimiento ha adivinado.

A la vista de la isla de Madera, tomando el fresco sobre cubierta y bajo un toldo, se desayunaron aquel día Miguel y Tiburcio, ambas damas, el misionero Fray Juan y el viejo piloto. No hemos de seguir nosotros punto por punto a los viajeros. Pasaremos de largo cuando nada les ocurra de singular y memorable.