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En el pueblo decían que tenía talento, y que si publicase en Madrid los versos que había insertado en El Eco del Tajo, hablarían de él como de Núñez de Arce y Grilo: no sabía si esto era cierto, pero sentía su corazón lleno de nobles propósitos, y amaba al teatro más que a las niñas de sus ojos. ¿Llegaría a ser un Ayala o un Tamayo? ¿Sería rechazado por el público?

9 La fuerza de la verdad, del Dr. D. Francisco Malaspina. 10 La hija del mesonero, fiesta que se representó á SS. MM. en Palacio, de D. Diego de Figueroa y Córdova. 11 El galán de su mujer, de D. Juan de Matos Fragoso. 12 La mayor victoria de Constantino Magno, de Don Ambrosio Arce de los Reyes. 1 El Conde Lucanor, de D. Pedro Calderón. 2 Fingir y amar, de D. Agustín Moreto.

Emilio Zola sostiene que los poetas líricos de ahora son pajaritos que cantan en el árbol de Víctor Hugo. Es la pura verdad. Carduci, Núñez de Arce, Copee, Sully Prudhome, Campoamor y otros pocos no hacen más que glosar con dulzura el canto sublime del titán del siglo XIX, reflejar la luz gloriosa del astro que se está acostando entre vivas y esplendorosas llamaradas.

Viendo esto el P. Arce, se ofreció á ir en persona á hablar á los principales caciques de los Guanoás y arriesgar su vida para rescatar de aquellas miserias las ánimas y los cuerpos de tantos millares de cristianos y arrojarse á la furia de la tempestad, para que con sola su muerte se serenase del todo.

A la sombra de un arce del Japón, están, en tazas rústicas, la wellingtonia del Norte, que es el pino más alto, y la araucaria, el pino de Chile.

Caso milagroso ocurrido en las Misiones de los Penoquís I 176 Castigos que imponían los corregidores á los indios recién convertidos á la fe católica I 132 Celo apostólico del P. Arce; molestias, persecuciones y peligros por que pasó en las provincias de Chiriguanás, Chiquitos y Guaranís II 125

Muerte de los PP. Solinas y Ruiz á mano de los indios Mocovíes y Tobas II 216 Muerte del hermano Alberto Romero á mano de los indios Zamucos II 185 Muerte del P. Superior Francisco Hervás II 249 Muerte del P. Arce á manos de un indio Payaguá llamado Cotaga II 115 Muerte del P. Zea II 172 Muerte del P. Joseph Tolú II 201 Muerte del P. Blende á manos de los Payaguás II 112

Ahora, pues, apartándome un poco de la historia, referiré el viaje, las desgracias y la muerte de dos Apostólicos operarios, Joseph de Arce y Bartolomé de Blende, que después de una molestísima peregrinación por el río Paraguay, arribaron, con no menos envidia de los otros que gloria suya, al puerto seguro de la eterna bienaventuranza.

La poesía en verso y por todo lo alto está en general harto desacreditada y a pesar de Quintana, Gallego, Duque de Rivas, Espronceda, Zorrilla, Campoamor, Núñez de Arce y bastantes otros que viven o han vivido en el siglo que está terminando, se nos anuncia fatídicamente que va a desaparecer la forma poética. Y no se crea que lo escrito en prosa ha conquistado todo el favor y está muy boyante.

Atravesó esta nueva el corazón del P. Arce; y para repararle aquel fracaso al país, volvió luego atrás á fin de recoger de la piedad de los españoles algún socorro de armas; y á la vuelta templó Dios con alternados consuelos el dolor de aquel accidente, porque los Chiriguanás del río Bermejo, que antes se habían mostrado tan adversos y duros, ablandados ya sus corazones con las influencias del Espíritu Santo, le salieron al encuentro, y Cambichuri, el cacique más poderoso, le mostró grandes finezas de amor, convidándole á que fuese á predicar á sus vasallos y que haría de él cuanto el Padre gustase.