Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 28 de junio de 2025
Cuando salió, el oficial mayor dijo en medio del silencio general: ¡Pobre señor Francisco! ¡está loco! Y aquella palabra loco retumbó fatídicamente en las cocinas, repetida por todos.
En el sitio así llamado solo había hasta 1827 pequeños pozos; hoy se admira en el centro de una explanada exenta de toda vegetación y en la que fatídicamente resuenan los pasos del viajero, un pequeño lago de aguas tan purísimas y trasparentes, que permiten examinar su fondo y paredes, tapizadas de las más vistosas y caprichosas formaciones silíceas que puede forjar la imaginación.
La poesía en verso y por todo lo alto está en general harto desacreditada y a pesar de Quintana, Gallego, Duque de Rivas, Espronceda, Zorrilla, Campoamor, Núñez de Arce y bastantes otros que viven o han vivido en el siglo que está terminando, se nos anuncia fatídicamente que va a desaparecer la forma poética. Y no se crea que lo escrito en prosa ha conquistado todo el favor y está muy boyante.
Contentóse con murmurar fatídicamente rechinando un poco los dientes: ¡Me parece que voy a ponerte yo la vergüenza que no tienes! El encuentro con la querida de Salabert en el momento en que se hallaba en lo más culminante de sus confidencias, le había turbado, y por eso no había despegado los labios.
La vista no se separaba de la columna barométrica cayendo fatídicamente en el alma, cada uno de los acompasados golpes del péndulo. ¡Cuántos pensamientos en aquellos supremos instantes! ¡Qué de recuerdos! ¡Qué de zozobras! ¡Qué de esperanzas! ¡Debe ser tan terrible morir ahogado dentro de las cuatro tablas del camarote!
He leído en Los trabajadores del mar, que cuando un buque de vapor surcó por primera vez las ondas del Canal de la Mancha, los campesinos de Jérsey lo anatematizaban en nombre de una tradición popular que consideraba elementos irreconciliables y destinados fatídicamente a la discordia, el agua y el fuego. El criterio común abunda en la creencia de enemistades parecidas.
El viento, cada vez más fuerte, silbaba por entre la arboladura, que crujía fatídicamente. Las velas se agitaban en todas direcciones como trapos puestos a secar. El barco no podía mantenerse en equilibrio, porque el viento no tenía dirección fija, y allá a lo lejos, en las costas de la tierra de Arnheim y de la de Torres tronaba y relampagueaba sin cesar.
Palabra del Dia
Otros Mirando