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Aunque, pa decir verdad, más valía que se viniera conmigo. ¡Ay! ¡Jesús, qué guapa es usted! Poz no había reparado ... Venga usted. No puedo detenerme, señor caballero dijo Clara con mucho miedo. Dígame dónde está esa calle, y yo me iré sola. ¡Sola! ¿Y yo podía ser tan becerro que la iba á dejar ir sola por esas calles, esta noche que hay rivolución...? Bueno soy yo pa ... Venga usted conmigo.

De estas entrevistas salía Desnoyers malhumorado y sombrío. Sospecho que estamos en una situación falsa dijo una mañana á Argensola ; la vida va á sernos cada vez más penosa. Es difícil permanecer tranquilo, siguiendo la misma existencia de antes, en medio de un pueblo que se bate. El compañero creía lo mismo.

"¿Y no es buena manera de saludar un hombre a otro -dije yo- decirle que le mantenga Dios?" "¡Mira mucho de enhoramala! -dijo él-. A los hombres de poca arte dicen eso, mas a los más altos, como yo, no les han de hablar menos de: «Beso las manos de vuestra merced», o por lo menos: «Bésoos, señor, las manos», si el que me habla es caballero.

Trovador no se detuvo hasta El Castañar, añadió echando pie á tierra y teniendo el estribo á su ama; y aun así, trabajo me costó cogerlo. ¿Os ha sucedido algo desagradable? Estaréis cansada ¿verdad? Nada me ha sucedido, Rubín, gracias á la cortesía de este doncel, dijo, mientras el paje miraba atentamente á Roger.

Razón tiene V. de horrorizarse... Ella lo repugna... lo entiende... pero cree que no debe resistir á la autoridad materna. Eso será lo que tase un sastre. ¡Pues no faltaba más! Obedecerá á su madre; pero antes obedecerá á Dios. Diligendus est genitor, sed praeponendus est Creator. Es sentencia de San Agustín. Además dijo el Comendador, Clarita ama á otro hombre.

24 Porque será, si vosotros me oyereis, dijo el SE

21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo, y delante de ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. 23 Y traed el becerro grueso, y matadlo, y comamos, y hagamos banquete; 24 porque éste mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a hacer banquete.

Muchos imprudentes les ayudan sin saber lo que hacen. Pero hoy es imposible distinguir. Demos un escarmiento. ¿Qué hacemos? Ahí á dos pasos está el cuartel dijo uno de ellos, que era militar de alta graduación. Voy á traer dos compañías. Las saco por la Ronda, y con gran sigilo las meto aquí en la huerta. Ni un hombre en la calle, ni un centinela, nada.

¿Dónde has estado? dijo doña Clara. Casa del duque de Lerma. ¡Oh! dijo doña Clara con toda la fe de su alma , no podía ser otra cosa; me habían engañado horriblemente. Quevedo dejó á los dos esposos en libertad de explicarse, y con uno de los vecinos de la casa envió á pedir dos sillas de manos.

Marcelo Valdés, el mejor estudiante de la clase, el preferido de monsieur Jaccotot, se puso de pie y dijo, tartamudeando: Yo he sido, monsieur Jaccotot... No creía hacer nada malo... Le pido que me disculpe...