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Por eso no he dado a la estampa los sáficos aquellos que te gustaron tanto, la odita al Pedregoso. Mira, Rodolfo: no hablemos más de esos bellacos. Serenóse don Román, sacó la tabaquera, tomó un polvo, y, quitándose las gafas, me dijo en tono cariñoso: Vamos: ¿qué piensas hacer? ¿Sigues los estudios, o te quedas en tu tierra, y en tu casa, para buscarte la vida? Hablé ya con tus tías.

Nosotros somos algo rudos, y los españoles un poco vanagloriosos y excesivamente confiados en sus propias fuerzas, casi siempre con razón. Los franceses están sobre Cádiz dijo doña Flora , y ahora salimos con que no hay aquí bastante gente para defender la plaza. Así parece.

¿Verdaderamente? dijo el conde haciéndose el asombrado como si no hubiera visto con sus propios ojos el letrero pegado al cristal del Correo: =LECCIONES DE PIANO DE INGL

Cuando la cosecha le pareció suficiente, volvimos en triunfo al pabellón; las fresas que quedaban fueron polvoreadas con azúcar, y después comidas por sus lindos y buenos dientes. ¡Ah, qué bien me sienta esto! dijo entonces la señorita Margarita, arrojando su sombrero sobre un banco y echándose de espaldas contra el cercado de olmedillas.

¿Cuánto costará una provisión de capitán de la guardia española? dijo fray Luis quemando impasiblemente la carta de la reina á la luz del velón. Cabalmente está vacante la tercera compañía. Pero, ¡bah! ¡hay tantos pretendientes! ¡Cuánto! ¡cuánto! Lo menos, lo menos quinientos ducados.

En cierta ocasión, el señor de Avrigny, que desde lejos observaba a Magdalena, se aproximó a ella después de un baile, y le dijo: Harías bien en retirarte, hija mía, pues no te conviene permanecer más tiempo en el salón. ¡Pero si me encuentro aquí muy bien! respondió ella con viveza. Me distraigo con el baile y en ningún sitio creo que estaré mejor. ¡Pero Magdalena!

¿Pero Sam Weller no tiene más que cuadros auténticos? ¡Um!... dijo Marenval con acento de duda. Los pintores que los han hecho son conocidos y hay todavía personas que se los vieron pintar. ¿Y sus Rembrandt y sus Hobbema de usted, quién los garantiza? replicó Marenval con ironía. ¿También se les ha visto hacer? Los franceses sois incrédulos, dijo Harvey con calma.

¡Cuánto me alegro! dijo Fortunata por decir algo, y miró a la calle al través de los cristales, temiendo que le leyeran en la cara los pensamientos que la canonjía de su cuñado le sugería. «¡Lo que es el mundo! pensaba . Razón tenía D. Evaristo. Hay dos sociedades, la que se ve y la que está escondida.

Zaratustra saliendo de la cuadra, levantó una cortina de percal rameado, pero Maltrana sólo vio una intensa obscuridad. Echa una cerilla dijo el trapero.

El doctor entró en detalles que abatieron la indiferencia y la ligereza del viejo. Se vio solo en el mundo y se estremeció de terror. Su voz bajó de tono y se cogió a la mano del doctor como un náufrago al último trozo de madera. Amigo mío le dijo , ¡sálveme! ¡Salve a la duquesa, quería decir! No tengo más que a ella en el mundo. ¿Qué sería de ?