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La embarcación hizo rumbo a la torre, y al llegar cerca de ella desvióse hacia una playa inmediata, chocando su proa en el fondo de grava. El viejo amainó la vela y aproximó la embarcación a una roca aislada en medio de la playa, de la cual pendía una cadena. Amarró a ella la barca, y luego saltaron a tierra él y Jaime.

Levantose Gaspar; pero Hullin se interpuso, y estrechándole fuertemente las manos, mientras que un ligero temblor le agitaba el rostro, exclamó: ¡Está muy bien! ¡Acabas de hablar como un hombre! La señora Lefèvre se aproximó a su hijo reposadamente, para atarle la mochila a los hombros.

Cuando se aproximó a ellos les dio los buenos días. Visita inmediatamente trabó conversación con ella y se enteró de su tarea. Los guardas le dejaban cortar cardillos: los que en algunas horas podía recoger los llevaba a la mañana siguiente a la plaza. Visita le preguntó cuánto solían valerle. Un día con otro treinta céntimos. ¡Treinta céntimos! exclamó asombrada.

Diciendo esto, se aproximó al lecho y dió en él un fuerte palmetazo con ambas manos, como el que se suele dar para sacudir los colchones al hacer las camas. «Tía Roma, ven acá, toca aquí. Mira qué blandura. ¿Ves este colchón de lana encima de un colchón de muelles? Pues es para , para ti, para que descanses tus huesos duros y te espatarres á tus anchas

Un grupo de atlots separándose del corro que rodeaba al poeta, pareció deliberar y se aproximó luego adonde estaban los hombres graves. Venían en busca del siñó Pep el de Can Mallorquí, para hablar con él de asuntos importantes. Volvían la espalda con desprecio a su amigo el Cantó, un infeliz que no servía para otra cosa que para dedicar trovos a las atlotas.

En el carruaje iban dos jóvenes que llevaban trajes iguales de viaje, muy elegantes, pero muy sencillos. Cuando el carruaje se encontró ante la verja del jardín, el cochero detuvo los caballos y dirigiéndose al cura, dijo: Señor cura, estas señoras os buscan. Luego, volviéndose a sus clientas: Ahí tenéis al señor cura de Longueval. El abate Constantín se aproximó y abrió la pequeña puerta.

Apenas güerve del trabajo, ya está pluma en mano jaciendo palotes. Salvatierra se aproximó al Maestrico, y éste volvió la cabeza para mirarle, suspendiendo un instante su tarea. Expresábase con cierta amargura al explicar su deseo de instruirse, quitando horas a su sueño y su descanso.

Ella dudó en su respuesta por no contrariar á Desnoyers. Pero la verdad pudo más en su ánimo, y dijo con simplicidad: No... no tenía mal aspecto. Era otro. Tal vez el uniforme; tal vez su tristeza al marchar solo, completamente solo, sin una mano que estrechase la suya. Yo tardé en conocerle. Al ver á mi hermano se aproximó; pero luego, viéndome á , siguió adelante... ¡Pobre! ¡Me da lástima!

Cuando se hubo vestido subió a la terraza del Casino para pasearse; Huberto se aproximó a ella y le dijo: ¿Me permite usted quedarme un momento a su lado? La he visto venir desde lejos; para es un placer verla caminar. Son muy pocas las mujeres que saben moverse con gracia; es un verdadero signo de raza.

Ante la inevitable perspectiva de la separación, hasta las señoritas de Blandieres se ponían melancólicas. Una noche, en el Casino, habiéndose discutido la cuestión de la partida, Huberto se aproximó a María Teresa y le dijo con aire triste: No puedo habituarme a la idea de separarme de usted. Cada día me digo: ¡me iré mañana! El mañana llega, y no tengo valor.