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Actualizado: 17 de julio de 2025


Notable por su habilidad mercantil y por su experiencia y largas peregrinaciones, poseía además el talento de hablar afluentemente la lengua arábiga, lo cual le valía y había de valerle para sus tratos y negocios con los mercaderes de aquellas regiones.

Si me marcho sin dar media docena de funciones, me pierdo para toda la vida. ¿Cuánto pueden valerle á usted las seis funciones?, le preguntó el Intendente. Yo cuento, señor, con que no baje de quinientos reales después de pagar la bodega, las luces y los dos tamborileros que han de tocar durante los intermedios.

Sancho, que consideró el peligro en que iba su amo de ser derribado, saltó del rucio, y a toda priesa fue a valerle; pero, cuando a él llegó, ya estaba en tierra, y junto a él, Rocinante, que, con su amo, vino al suelo: ordinario fin y paradero de las lozanías de Rocinante y de sus atrevimientos.

Por esto se enfadó tanto Salomón cuando Adonia se atrevió a pedirle por mujer a Abisag. Y habiéndole perdonado que conspirase contra él, no le perdonó aquella insolencia, e hizo que Benaya le matase sin que pudiera valerle el haberse asido al cuerno del altar, en el templo mismo.

La campana, echada a vuelo, producía toda su cascada voz de abuela al esfuerzo vigoroso del campanero, estimulado por el aliciente de la propina extraordinaria que debía valerle su celo. Los repiques sucedían a los repiques; el viejo campanario, estaba como aturdido y alterado y los vidrios antiguos, ninguno de los cuales estaba intacto, temblaban en su marco de plomo.

Y ya se comprende que esta manera de hacerse religioso de poco o de nada podía valerle así en la tierra como en el cielo. Harto se comprenderá también, se explicará y se justificará por lo dicho, el pobre papel que Fray Miguel de Zuheros hacía entre los demás frailes. Sólo Dios sabía lo que guardaba él en el centro del alma.

Cuando se aproximó a ellos les dio los buenos días. Visita inmediatamente trabó conversación con ella y se enteró de su tarea. Los guardas le dejaban cortar cardillos: los que en algunas horas podía recoger los llevaba a la mañana siguiente a la plaza. Visita le preguntó cuánto solían valerle. Un día con otro treinta céntimos. ¡Treinta céntimos! exclamó asombrada.

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