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Amat entró solo en la cárcel, y recibido a pedradas, contuvo con su espada a los rebeldes. Al otro día ahorcó docena y media de ellos. Como se ve, el hombre no se andaba con repulgos. Amat principió a ejercer el gobierno cuando hallándose más encarnizada la guerra de España con Inglaterra y Portugal, las colonias de América recelaban una invasión.

Los barberos eran mujeres y pasaban de una docena. El más antiguo de ellos, de pie en uno de los hombros y rodeado de sus camaradas, daba órdenes como un arquitecto que, montado en un andamio, examina y dispone la reparación de una catedral. Empezaron los hombres de fuerza á tirar de otras cuerdas para subir al extremo de ellas grandes cubos llenos de un líquido blanco y espeso.

Antes sólo había trabajo en España para una media docena de escultores. Ahora trabajamos constantemente cerca de un centenar. Yo me acordé entonces del Sr. Salaverría y de sus imprecaciones contra el pesimismo. Indudablemente me dije el Sr. Salaverría tiene razón.

Está bien replicó Monipodio ; pero querría yo que también le tuviésedes para sufrir, si fuese menester, media docena de ansias sin desplegar los labios y sin decir "esta boca es mía".

Cuando la misma señal hubo partido de la tartana, aquel hombre continuó su marcha seguido de una docena de españoles, también a caballo, que avanzaron con precaución por entre las numerosas rampas de aquel difícil camino.

En comprobación de cuanto queda expuesto, no hay más que comparar el número de barcos que de altura arribaban á Filipinas hace diez y ocho años, y los que hoy echan anclas en sus puertos. En aquella época hacían la derrota del Cabo media docena de embarcaciones, algunas de ellas como la Encarnación y la María Fidela de 400 toneladas.

Hasta buscó recomendaciones para algunos concejales, pidiéndoles un puesto cualquiera en las dependencias del Ayuntamiento. Apenas llevaba paquetes a la fábrica de corsés cercana a la Puerta del Sol. Hacía dos semanas que Feli tenía en casa la misma docena, sin poder terminarla. Estaba enferma, muy enferma. Maltrana seguía con inquietud los progresos de su mal.

-Sea en buena hora -dijo Sancho-; y yo le diré a vuestra merced quién soy, para que vea si puedo entrar en docena con los más hablantes escuderos. Con esto se apartaron los dos escuderos, entre los cuales pasó un tan gracioso coloquio como fue grave el que pasó entre sus señores.

Hullin desapareció tras el ángulo de la casa de labor; allí la obscuridad era completa, y apenas se veía al doctor Lorquin, a caballo delante de un trineo, empuñando un espadón de caballería y un par de pistolas de arzón al cinto, y a Frantz Materne, al frente de una docena de hombres armados de fusiles, que temblaba de ira.

A ambos lados, sostenidos por una faja elástica, había en línea como una docena de cilindros de papel blanco, estrechos y prolongados, cuyo interior estaba lleno de una hierba obscura. Estos cilindros tenían recubierto el papel en su parte inferior con un zócalo de oro.