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Allí la acción es poca o nula, y todo el exquisito primor de aquel rasgo se cifra en la acabada y realista pintura de los héroes de la cofradía de Monipodio. Desde Cervantes existe, pues, el cuadro de costumbres, con jurisdicción independiente de la novela y con formas variadísimas.

Mas no para qué les pregunto esto, pues ya que lo son. Mas díganme: ¿cómo no han ido a la aduana del señor Monipodio? ¿Págase en esta tierra almojarifazgo de ladrones, señor galán? dijo Rincón.

Volviendo, pues, a nuestro propósito -dijo Monipodio , querría saber, hijos, lo que sabéis, para daros el oficio y ejercicio conforme a vuestra inclinación y habilidad.

Todo me parece de perlas dijo Rinconete , y querría ser de algún provecho a tan famosa cofradía. Siempre favorece el cielo a los buenos deseos dijo Monipodio . Todos se vayan a sus puestos, y nadie se mude hasta el domingo, que nos juntaremos en este mismo lugar y se repartirá todo lo que hubiere caído, sin agraviar a nadie.

Siempre se me asentó a dijo Monipodio que este Lóbulo había de ser único en su arte, porque tiene las mejores y más acomodadas manos para ello que se pueden desear; que para ser uno buen oficial en su oficio, tanto ha menester los buenos instrumentos con que le ejercita como el ingenio con que le aprende.

Principios son dijo Monipodio ; pero todas ésas son flores de cantueso viejas, y tan usadas, que no hay principiante que no las sepa, y sólo sirven para alguno que sea tan blanco, que se deje matar de media noche abajo; pero andará el tiempo, y vernos hemos; que asentando sobre ese fundamento media docena de liciones, yo espero en Dios que habéis de salir oficial famoso, y aun quizá maestro.

Todo es malo replicó Cortado . Pero pues nuestra suerte ha querido que entremos en esta cofradía, vuesa merced alargue el paso; que muero por verme con el señor Monipodio, de quien tantas virtudes se cuentan. Presto se les cumplirá su deseo dijo el mozo ; que ya desde aquí se descubre su casa.

Miraban los mozos atentamente las alhajas de la casa en tanto que bajaba el señor Monipodio; y viendo que tardaba, se atrevió Rincón a entrar en una sala baja, de dos pequeñas que en el patio estaban, y vio en ella dos espadas de esgrima y dos broqueles de corcho, pendientes de cuatro clavos, y una arca grande, sin tapa ni cosa que la cubriese, y otras tres esteras de enea tendidas por el suelo.

Tornó de nuevo a jurar el mozo, y a maldecirse, diciendo que él no había tomado tal bolsa, ni vístola de sus ojos; todo lo cual fue poner más fuego a la cólera de Monipodio, y dar ocasión a que toda la junta se alborotase, viendo que se rompían sus estatutos y buenas ordenanzas.

Está bien replicó Monipodio ; pero querría yo que también le tuviésedes para sufrir, si fuese menester, media docena de ansias sin desplegar los labios y sin decir "esta boca es mía".