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Actualizado: 17 de junio de 2025
Pasó un brazo por su talle, la atrajo hacia él y la besó donde pudo, donde alcanzaron sus labios, entre el lóbulo sonrosado de una oreja y el cuello moreno, que erizó su piel, estremecida al contacto de los labios. La joven se desasió con rudo empujón. ¡Isidro! exclamó avergonzada . ¡Isidro!... Y bajó la cabeza tristemente, como dolorida por la audacia del amante.
De todo aquel trayecto, á lo largo de la playa, por el paseo de la Sabana, el puente de España, Isagani no ha visto más que un suave perfil peinado graciosamente, terminado por un flexible cuello que se perdía entre las gasas de la piña. Un brillante le guiñaba desde el lóbulo de la diminuta oreja, como una estrella entre plateadas nubes.
La oreja sonrosada, cuyo lóbulo mordía dulcemente al mismo tiempo que murmuraba palabras dulces; su cabecita, que en las noches de invierno se refugiaba en su hombro con el mismo ademán tímido del pájaro que oculta el pico bajo el ala; sus piernas de diosa, que pretendía ocultar ruborosamente cuando él la probaba aquellas medias adquiridas en el Rastro; su vientre antes de la deformación materna, con el gracioso hoyuelo umbilical, que parecía gesticular cuando se conmovía con la agitación de la risa; la doble copa de alabastro de sus pechos, aquellas dos magnolias de amor... todo había sido despedazado bajo el acero, sin piedad, sin misericordia.
La banquera llegaba pálida y abatida, y tenía, en efecto, ensangrentado el lóbulo de la oreja izquierda. Al verse cogida la duquesa, salió al encuentro de la López Moreno, exclamando muy cariñosa: ¡Pero, Ramona!... ¿Cómo no me ha avisado usted?
La estudianta no le miraba ya, y, no obstante, su juvenil rostro, el lóbulo rosa de su oreja, que se veía bajo un bucle de sus cabellos ondulados; su cuerpo, un poco inclinado hacia delante; su pecho, que bajaba y subía anhelosamente, todo expresaba una angustia terrible y un deseo loco de huir. En aquel momento soñaba quizá con tener alas.
Siempre se me asentó a mí dijo Monipodio que este Lóbulo había de ser único en su arte, porque tiene las mejores y más acomodadas manos para ello que se pueden desear; que para ser uno buen oficial en su oficio, tanto ha menester los buenos instrumentos con que le ejercita como el ingenio con que le aprende.
Vestía con sencillez, como una señorita de la ciudad; su cara y sus manos, tan blancas antes, habían tomado con la continua caricia, del sol una transparencia dorada de trigo maduro; los dedos mostrábanse en toda su esbeltez libres de sortijas, y en el lóbulo sonrosado de las orejas, los sutiles agujeros no soportaban el peso como otras veces de la gruesa masa de brillantes.
Estando en esto, entró uno de los viejos abispones, y dijo: Vengo a decir a vuesas mercedes cómo agora topé en Gradas a Lóbulo el de Málaga, y díceme que viene mejorado en su arte, de tal manera, que con naipe limpio quitará el dinero al mismo Satanás; y que por venir maltratado no viene luego a registrarse y a dar la sólita obediencia; pero que el domingo será aquí sin falta.
Palabra del Dia
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