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1 Canción de las gradas: de David. Yo me alegré con los que me decían: A la Casa del SE

. De un templo en las gradas Fundó Rizal sus obras celebradas, !Texto o arquitectura De un amor infinito, legendario, Que revela en artística hermosura Su noble corazón humanitario. Y, por Rizal os juro, Al entregar el último retazo De este papel en que sus artes trazo, Que es preciso que "Euterpe" siempre viva En el amor más puro De aquella iniciativa.

Al terminar ese tránsito se halla á la izquierda y contigua á la entrada del tercer patio la grande escalera, que en dos tramos componentes treinta y dos gradas, conduce á la galería y pabellón ó sala de SANTA ISABEL. La puerta de esta escalera concluye con un semicírculo cuyos rádios de madera forman una reja sencilla.

A estas líneas que dejo extractadas hay que añadir que el conflicto, lejos de resolverse allí, tomó nuevo aspecto, pues el arzobispo se negó entonces á prestar su concurso y á transigir con lo de las danzas, enviando á decir á las corporaciones y á los religiosos, que ya estaban formados en las gradas de la Catedral, que se dispersaran, causando nuevo motivo de alboroto, de enojo y de sorpresa.

Habríamos andado una hora, charlando amigablemente, en medio de las dificultades de un camino espantoso, descendiendo casi a pico por gradas imposibles en la montaña, donde las mulas hacían prodigios de estabilidad, cuando comprendí que a aquel paso, no sólo no llegaríamos a Consuelo, sino que jamás a Bogotá.

Después de este examen iba en busca de su camarada, y ambos se sentaban en el crucero, en las gradas del coro o del altar mayor. Desde allí se abarcaba todo el templo de un golpe de vista. Los dos vigilantes comenzaban por encasquetarse las gorras.

Si pudiéramos ver la historia secreta de todos los hechos sociales ¡cuántas lecciones hallaríamos! ¡Cuántos escarmientos vendrian á castigar nuestras imprudencias! ¡Cuántos desgraciados habrán subido las gradas del patíbulo, por las extravagancias de sus madres, madres como esa madre de Batiñoles!

O por el contrario ¿se haría más suave y más profunda en su corazón? Subieron las seis gradas del pórtico y fueron recibidos en el vestíbulo por dos grandes sirvientes de aire digno e imponente. Este vestíbulo que antes era una inmensa pieza glacial y desnuda, con sus paredes de piedra, hallábase ahora cubierto de admirables tapices que representaban escenas mitológicas.

JOAQUÍN. ¡Qué gracia! ISIDORA. Por Dios, dejo eso. ISIDORA. ¡Por la Virgen Santísima! JOAQUÍN. Es un bruto que merecía el desprecio si no mereciera el presidio. Su discurso es el colmo de la sabiduría. Dice que en tiempo de papá eran mayores los escándalos y las irregularidades... Voy a contarte en dos palabras las gradas de Botín. JOAQUÍN. No, querida; es temprano.

El mismo Yurrumendi aseguraba, según Zelayeta, que aquellas gradas estaban hechas para que las sirenas pudieran ver desde allá las carreras de los delfines, las luchas de los monstruos marinos que pululan en el inquieto imperio del mar.