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La de Belarmino, como ustedes no ignoran, era de frenético arrebato, se propagaba como fuego, causaba escándalo a los corazones sensibles, inducía al desprecio de las cosas santas y amenazaba provocar mayores daños. Este frenesí ya se le pasó, gracias a la caridad de ustedes. ¿Qué más podemos desear? El Belarmino terrible ha dejado de existir.

Yo también he sufrido dijo Francisca... no sabes lo que es desear casarse... No comprendes el infierno de no concebir otra vida más que la del matrimonio, ni más dicha que la de una buena unión, y pensar que jamás... jamás... se tendrá marido... Se toma el de las demás... El señor Baltet no lo era tuyo. No, pero sin ti, lo hubiera sido... Nunca... ¿Qué sabes ? El me lo ha dicho.

La primera noche dominaron al fin, tras largo debate, las ideas afirmativas. «¡Casarme yo, y casarme con un hombre de bien, con una persona decente...!». Era lo más que podía desear... ¡Tener un nombre, no tratar más con gentuza, sino con caballeros y señoras! Maximiliano era un bienaventurado, y seguramente la haría feliz.

Fin, por cierto, generoso y alto y digno de grande alabanza, pero no de tanta como merece aquel a que las armas atienden, las cuales tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida.

Abandonar pues la religion católica, será abjurarlas todas; será tomar el partido de vivir sin ninguna; dejar que corran los años; que nuestra vida se acerque á su término fatal, sin guia para lo presente, sin luz para el porvenir; será taparse los ojos, bajar la cabeza, y arrojarse á un abismo sin fondo. La religion católica nos ofrece cuantas garantías de verdad podemos desear.

Ocultábame su dolor, por no aumentar el mío, y nunca me había mostrado tanta pasión ni tan profunda ternura. ¡Demasiado generoso para quejarse y acusarme; demasiado pundonoroso para desear mi posesión a costa de mi honor y del deber, yo notaba con sorpresa los tormentos que resistía en vano!

Ojeda la escuchaba con cierto remordimiento. ¡Desear la muerte de un pobre señor que no les había hecho daño alguno y al que inferían desde lejos diariamente un sinnúmero de misteriosas ofensas! ¡Qué cobardía!... Pero el egoísmo amoroso acabó por despertar en él igualmente, con una crueldad implacable.

Las que el soldado muestra en el rostro y en los pechos, estrellas son que guían a los demás al cielo de la honra, y al de desear la justa alabanza; y hase de advertir que no se escribe con las canas, sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años.

Simón tiene mucho talento y es ya bastante crecido para andar solo. En fin exclamó suspirando la señora Miguelina, es de desear que de todo ese enredo no saque más disgustos que provecho. Después, para cortar en seco esta conversación, preguntó al viajero si comería en la mesa común.

Es hombre que cumple lo que promete. Y entonces, Linilla: ¿qué más podremos desear? «¿Dices que no le dirás a tu papá que te amo y que me amas? Haz lo que te plazca. El deber y el amor filial aconsejan que no le ocultes nada; pero, a decir la verdad, como no tengo asegurado el porvenir, me parece inoportuno que le hables de eso. Sin embargo, repito, haz lo que te parezca mejor.