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Todavía les causaba cierta ilusión el arrojo de los diestros, el valor de aquellos cuerpos esbeltos, nerviosos y ligeros que escapaban milagrosamente de entre las curvas astas; pero apenas comenzó la parte brutal del espectáculo y cayeron pesadamente como sacos de arena los infelices peleles forrados de amarillo, mientras el caballo escapaba, pisándose en su marcha los pingajos sangrientos como enormes chorizos, las jóvenes volvieron la cabeza con un gesto de asco y no quisieron mirar al redondel. ¿A qué iban allí?

Más adelante, cuando tenga el gusto de describiros en su conjunto el ejército de Andalucía, daré completa idea de su abigarrada conformación y aspecto. Francamente, señores, era aquél un ejército que causaba risa.

Si hubiera sabido qué sacrificio había hecho revelando mi secreto, habría dado aún más valor a mi cariño. En verdad, mis presentimientos no me habían engañado: desde el momento en que Marta tuvo las cartas en sus manos, se acabó para siempre la dicha que me causaba ese convenio secreto con Roberto.

Yo, que había hecho confesar á la Dorotea quién era la dama que la causaba celos, asegurándola que si no me contaba todas las circunstancias, sin dejar una, de su asunto, podría suceder que no fuese eficaz el bebedizo, me dijo en substancia lo siguiente : Una noche don Rodrigo fué muy tarde á verme: al quitarse la ropilla, se le cayó de un bolsillo interior una cartera, que don Rodrigo recogió precipitadamente.

¡Un durro! exclamó Almudena, expresando con la súbita gravedad del rostro y la energía del acento el espanto que le causaba la magnitud de la cantidad. , hijo, ... un duro, y no puedo ir a casa si antes no lo consigo. Es preciso que yo tenga ese duro: discurre , pues hay que sacarlo de debajo de las piedras, buscarlo como quiera que sea.

Javoques, después de haberla hecho tomar asiento y deplorado el sentimiento que le causaba el haber de ejercer sus rigurosas funciones, me tomó en sus brazos y me colocó sobre sus rodillas: mi madre, creyendo que me dejaría caer, hizo un movimiento de temor.

El rubor coloró el semblante de doña Luz, quien no acertó a disimular con su amiga íntima el contento y la satisfacción de amor propio que aquello le causaba. ¿Qué recado, qué embajada me traes? ¿Es alguna burla tuya, o de D. Jaime Pimentel? Nada de burla. Esto va de veras y muy de veras. Don Jaime te idolatra.

Cuando nos sentamos aceptando su invitación, él recogió su desteñido hábito carmesí y se sentó a nuestro lado. Le manifesté la sorpresa que me causaba encontrarlo allí, pero él se sonrió, y dijo: ¿Está usted decepcionado por no haber descubierto otra cosa?

Pero cuando su alegría subió de punto fue al ver que algunos chicuelos, escondidos entre los biombos, tiraban de cuerdas, poniendo en movimiento a los monigotes. ¡Qué gracioso era aquello...! Las dos hermanas reían contemplando las contorsiones del señor del tupé, que a cada movimiento de batuta parecía próximo a partirse por el talle, la rigidez automática y grotesca con que los bebés tocaban en sus instrumentos una muda sinfonía, que causaba gran algazara en el gentío.

Power!... Hoy la hemos tenido a nuestra mesa; y ¿sabe lo que ha dicho?... Está enferma la pobre: el calor, la soledad, los nervios... Le ha preguntado a mi señora si podría prestarle su marido por un rato. Un favor entre amigas... Parece que no puede esperar más. Revelaba con su risa la orgullosa satisfacción que le causaba solamente la posibilidad de que una dama como Mrs.