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Independientemente de la emoción que le causaba la presencia del hijo de Miguelina, el hecho de no haber recibido a tiempo la respuesta del ministerio le dejaba en situación desairada, pues no podía ofrecer al sindicato la equitativa solución que él había imaginado y esto le quitó una parte de su natural elocuencia.

Era inofensivo lo que decía; pero, desde muchos días antes, era tan extraordinaria la irritabilidad de mis nervios que cualquier cosa me hería y me causaba inmotivado sufrimiento. Estaba sentado junto a Magdalena por razón de una costumbre adquirida sin que la voluntad de ninguno de los dos hubiese dado margen a ella por ningún concepto.

Al saber que Salvatierra vivía en Jerez, sus dolores parecían haberse aumentado con la desesperación que le causaba el no verle.

Iba el vencido y asendereado don Quijote pensativo además por una parte, y muy alegre por otra. Causaba su tristeza el vencimiento; y la alegría, el considerar en la virtud de Sancho, como lo había mostrado en la resurreción de Altisidora, aunque con algún escrúpulo se persuadía a que la enamorada doncella fuese muerta de veras.

Su porvenir le causaba á veces gran inquietud. Podía casarla con el hijo de otro potentado: un matrimonio de millonarios en el que no entrase para nada el amor. ¿Pero no era esto perpetuar en la hija la infelicidad del padre? Observaba á Pepita, y se entristecía, adivinando en ella una reproducción de su madre.

Vestido de señorito, tenía algo de gitano; cuando se disfrazaba de chulo, todos reconocían en él al señorito. Era un ser doble, que flotaba entre la decencia y el encanallamiento. Según decían sus amigos, causaba sensación entre las mujeres.

Nombré antes a los niños, y aquí repito, aunque Presentacioncita había dejado de serlo, a me hacía el efecto de uno de esos chiquillos sentenciosos, que con sus verdades como puños nos causan asombro y risa. Verdad es que la de Rumblar, aun haciéndome reír, me causaba al mismo tiempo tristeza.

Don Paco dejó, pues, de ir todas las noches a casa de ambas Juanas; ya no veía a Juanita en la fuente y sola, porque él mismo había predicado para que no fuese, y, sin embargo, no acertaba a sustraerse a la obsesión que Juanita le causaba de continuo, presente siempre a los perspicaces ojos de su espíritu, así en la vigilia como en el sueño. Por dicha, no le atormentaban los celos.

El 25 de Octubre, asistimos al último baile, en un castillo situado cerca del Pavol. Esa noche fui con un vestido azul celeste; estaba extraordinariamente linda y tuve un éxito loco. Tan loco, que en la semana siguiente fui pedida por cinco. Pero yo estaba intranquila, febril, atormentada, y contra mi costumbre, no me gocé en el delirio que causaba mi belleza.

La encontré muchas veces en tertulias aristocráticas y en castillos adonde habíamos sido invitados. Al fin nos casamos, y hemos llevado desde entonces una existencia muy elegante, pero muy cara. Calló un momento, como si quisiera apreciar el efecto que causaba en Robledo este resumen de su vida. Pero el español permaneció silencioso, queriendo saber más.