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Esta enrojece como una amapola y temblando de emoción se lo entrega, mientras la desairada Telva se muerde los labios pálida de cólera. Nolo se acerca á Demetria y le hace igual petición. La niña se lo tiende con sonrisa melancólica. Luego, emparejados, se alejan departiendo entre los árboles. ¿Qué hacías mientras tanto, linda y burlona morenita?

Si bien no le arredraba ningún peligro; si bien no le dolía tener que aventurar la piel, temía siempre dar un golpe en vago, hacer alguna cosa que pudiera ponerle en situación desairada y ridícula. De esto tenía más miedo, no ya que de una espada desnuda, sino que de quince ametralladoras que fuesen a dispararse contra él. Dada esta su natural condición, las dificultades no eran pequeñas.

Yo me quedo aquí». A pesar de lo trastornadas que estaban sus facultades, Fortunata supo apreciar el verdadero sentido de aquella resistencia de Jacinta a presentarse con la niña. Era un sentimiento de modestia y delicadeza. Quería sustraerse a las manifestaciones de gratitud de la pobre enferma, y evitarle a esta el sonrojo de su desairada situación como madre.

Pues señor, como decía, diose a Renovales un pequeño cuerpo de ejército, y en este cuerpo de ejército me incluyeron a , obligándome, casi enfermo todavía, a seguir al loco guerrillero en su más loca expedición. Obedecí y embarqueme con él, despidiéndome de mis amigos. ¡Oh, qué aventura tan penosa, tan desairada, tan funesta, tan estéril!

ELECTRA. ... mi madre se me aparecía. EVARISTA. En sueños, naturalmente. ELECTRA. No, no: estando yo tan despierta como estoy ahora. EVARISTA. Electra, mira lo que dices... ELECTRA. Cuando estaba yo muy triste, muy solita o enferma; cuando alguien me lastimaba dándome a entender mi desairada situación en el mundo, venía mi madre a consolarme.

Invitada a un baile aristocrático, entró en el salón y se sentó. Lanzáronse todas las parejas a bailar y ella se quedó sola. Su situación no podía ser más violenta y desairada. Levantarse e irse, atravesando el salón, le pareció un acto intempestivo; quedarse allí, sola y abandonada en medio del baile, no era menos desagradable y molesto.

No pudo terminar la historia de los Macabeos que tenía a su cargo. Se le puso un nudo en la garganta, le zumbaron los oídos y todo el lado derecho de la cabeza se quedó de repente frío y el cutis pálido. Se ponía enferma de vergüenza. Tuvo que salir de la Iglesia. El desparpajo de otras oradoras precoces hizo olvidar la escena triste y desairada de la niña pusilánime, que había salido llorando.

Salióse, al cabo, del círculo, llorando de coraje, y continuóse todavía un buen rato interpelando al pastor y exponiéndole quejas, muchas de ellas tan impertinentes como las de la desairada mujer; pero como estaban en su derecho los señores hombres al exponerlas, se atendían y ventilaban con el más acalorado empeño.

Los concurrentes al baile, percatados de la verdadera causa de aquellas amarguísimas lágrimas, hicieron responsable del desaire a la dama que ofrecía la fiesta, la cual, a partir de aquel momento, resultó triste, medio aguada y deslucida. Nunca olvidaré el mal rato que sufrí ante la situación desairada e inmerecida de mi amiga.

¡Oh!, una gran posición... El papá de este niño, si no me engaño, debe de estar ahora tomando aires en Ceuta. Eso, eso no indicó Jacinta con rabia . ¿También quieres infamar a mi niño? Dámele acá... ¿No es verdad, hijo, que tu papá no...? Todos se echaron a reír. Consolábase ella de su desairada situación besándole y diciendo: «Mirad cómo me quiere.