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Deja el cielo, ¡oh amistad!, o no permitas que el engaño se vista tu librea, con que destruye a la intención sincera; que si tus apariencias no le quitas, presto ha de verse el mundo en la pelea de la discorde confusión primera.

Por una trapa del techo caían sobre ella brazadas de forraje, empujaban los mozos el calabozo ambulante sobre sus pequeñas ruedas, llevándolo al cercano ferrocarril, e inmediatamente otro cajón era colocado en el pasadizo, repitiéndose el engaño, hasta que quedaban listos para emprender el viaje todos los animales de la corrida.

Proclamando que la vida es un engaño, que no hay distinción entre los sentimientos del nombre consciente y las ciegas potencias de la Naturaleza, que todo se reduce en el mundo a un mecanismo impasible, no creía tener ya razón de vivir y su vida era una continua muerte.

Duró este engaño algunos días, hasta que, al cabo de pocos meses, volvió Fortuna su rueda y salió a plaza la maldad con tanto artificio hasta allí cubierta, y a Anselmo le costó la vida su impertinente curiosidadCapítulo XXXV. Donde se da fin a la novela del Curioso impertinente

Tratólo de tal suerte, que hacia Que el triste D. Francisco le creyese: Con este engaño y falso compellido, Mendoza de su mando ha desistido.

Si no me engaño, hay aquí una confesion tácita de la falsedad de su opinion. La idea de la extension se hallará en la sensacion de la vista, pero no podremos sacarla; ¿por qué? porque es vaga; mas entonces, ¿quién quita que el ejercicio, trayendo la comparacion y la reflexion, la haga precisa? La dificultad está en adquirirla de un modo ú otro; el perfeccionarla es obra del tiempo.

No es lícito persuadir cuando no es lícito convencer; cuando la conviccion es un engaño, la persuasion es una perfidia. Esta doctrina es severa, pero indudable; los dictámenes de la razon no pueden ménos de ser severos, cuando se ajustan á las prescripciones de la ley eterna, que es severa tambien porque es justa é inmutable.

Y en esotro coche, don Antonio de Luna y don Claudio Pimentel, del Consejo de Ordenes, Cástor y Pólux de la amistad y de la generosidad. ¡Ay, señor!, aquel que pasa en aquel coche dijo la Rufina , si no me engaño, es de Sevilla, y se llama Luis Ponce de Sandoval, Marqués de Valdeencinas, y como que me crié en su casa.

Pero entonces ¿en qué estado se encontraban las relaciones del Príncipe con la Condesa? siguió preguntando mientras tanto. ¡No cabe duda de que hubo un tiempo en que se amaron! Usted sabe, señor, que este nombre, el nombre de amor, se da a tantas cosas diversas: a nuestras ilusiones, a nuestros caprichos, a nuestra codicia... Si; ella le amó, con un amor que fue ilusión y engaño.

Además, no será larga añadió Fabrice , porque, si no me engaño, todo lo sabes... Tus nervios te han denunciado... ¿Has oído, no es cierto, mi conversación con Pierrepont en el taller? Hizo ella un signo afirmativo.