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Actualizado: 21 de mayo de 2025


¿Dónde creéis que estén esas gentes? En el patio. Algo más adentro; mucho me engaño, si por los altos corredores de mi vivienda no anda el sargento mayor don Juan de Guzmán... ¡Ese miserable! Y si no le acompaña el galopín Cosme Aldaba. Hame parecido haberlos oído hablar en voz baja á lo último del corredor. ¿Y qué pensáis de eso? Temo mucho malo. ¿Contra quién? Contra la reina. ¡Ah!

-A eso -dijo Sancho-, no qué responder, sino que el historiador se engañó, o ya sería descuido del impresor. -Así es, sin duda -dijo Sansón-; pero, ¿qué se hicieron los cien escudos?; ¿deshiciéronse?

¿Es probable que fuera tanto nuestro engaño? No: lo es que nuestro afecto anterior no nos dejaba ver sus lunares; y que nuestro actual resentimiento los exagera ó los finge. ¿Por ventura no creíamos posible que el amigo pudiese negarse á prestar un favor, ó se portase mal en un negocio, ó en un momento de mal humor se olvidase de su ordinaria afabilidad y cortesía?

Por otro lado, lo que era mío, lo que yo esperaba y yo me figuraba ya que iba a ser un primor, un asombro de gracia y de belleza, por nada del mundo quería yo atribuírselo en parte a alguien de quien no era. ¿Y qué aliciente había para el engaño?

Todo eso y más acontece por los buenos respondió el grande , y siempre he oído decir que las buenas habilidades son las más perdidas; pero aún edad tiene vuesa merced para enmendar su ventura. Mas si yo no me engaño y el ojo no me miente, otras gracias tiene vuesa merced secretas, y no las quiere manifestar.

Chichí protestaba de la avaricia de papá al verle comprar lentamente, con tanteos y vacilaciones. Avaro, no respondía él . Es que conozco el precio de las cosas. Los objetos sólo le gustaban, cuando los había adquirido por la tercera parte de su valor. El engaño del que se desprendía de ellos representaba un testimonio de superioridad para el que los compraba.

Por cierto estraña y nunca vista cosa, Despavilé la vista, y parecióme Verme en medio de una ciudad famosa. Admiración y grima el caso dióme, Torné á mirar, porque el temor ó engaño No de mi buen discurso el paso tome. Y dixeme á mi mismo: no me engaño.

Ese Jacobo va á matar á usted si no toma el partido de dejarle. La engaña lo bastante para que le haga usted lo mismo. ¡Cállese usted, miserable! Bien sabe que si le engaño alguna vez, no será con usted. ¡Á que ! Y más pronto de lo que usted cree. ¡Es matemático! Usted será mía y Jacobo mismo habrá de procurarlo.

Porque ha ofendido á esa dama que me enamora. Me engañáis. No os engaño. ¿La ofensa de ese hombre á la dama?... Suponerla amante suya. ¿Y á vos qué os da? Es inútil que pretendáis disuadirme: estoy resuelto.

Estando en lo mejor del sermón, entra por la puerta de la iglesia el alguacil y, desque hizo oración, levantóse y con voz alta y pausada cuerdamente comenzó a decir: "Buenos hombres, oídme una palabra, que después oiréis a quien quisiéredes. Yo vine aquí con este echacuervo que os predica, el cual engañó y dijo que le favoreciese en este negocio y que partiríamos la ganancia.

Palabra del Dia

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