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24 y él con ímpetu y furor escarba la tierra, sin importarle el sonido de la trompeta; 25 antes los toques de trompeta le infunden ánimo; y desde lejos huele la batalla, el estruendo de los príncipes, y el clamor. 26 ¿Por ventura vuela el gavilán por tu industria, y extiende hacia el mediodía sus alas? 27 ¿Por ventura enaltece el águila por tu mandamiento, y pone en alto su nido?

Mira, Leoncio, si ves, Por do yo pueda decir, Que no me haya de salir Todo mi gusto al reves! De toda nuestra ventura Cerrado está ya el camino, Sino, digalo, Marquino, El muerto, y la sepultura,

Seguía en un estado de agitación bien visible. D. Martín la embromó acerca de su falta de apetito. ¿Estaría por ventura enamorada? A pesar de su inclinación a la iglesia, él apostaba a que había de concluir apasionándose violentamente. De una sola ojeada conocía él los temperamentos destinados al amor.

Y más quiero tener por amo y por señor al rey, y servirle en la guerra, que no a un pelón en la corte. -Y ¿lleva vuesa merced alguna ventaja por ventura? -preguntó el primo.

Sintió, como llegó, que andaba estruendo, Sonido de arcabuces y gran grita, Al Abrego prenderle pretendiendo, El Mirabal, vereis tanto se incita: El Abrego la fuerza resistiendo, Que se mete ya en colera infinita; Estaba el sin ventura ya tan ciego, Que poco aprovechaba con el ruego.

Importa declarar, en honor de doña Beatriz, que al trazar en su imaginación el proceso ascendente de uno y otro plan de ventura, ora valiéndose de don Braulio, ora de Inesita, jamás se le ocurría poner en la composición de su cuadro el menor toque pecaminoso. Nada de fullerías. Doña Beatriz quería jugar limpio.

Al siguiente día llegamos al puerto de Lisboa, término de mi viaje. D. Pepito continuó el suyo hasta Inglaterra. Gran ventura fue ésta para . No hubo tiempo para desengaño, cansancio ni hastío.

Luego todo lo que hay de positivo en el objeto de la geometría, no es mas que extension. La estática se ocupa en determinar las leyes del equilibrio de los cuerpos: ¿pero cómo? ¿Es por ventura, penetrando en la naturaleza de las causas?

¡Ah! exclamó con indignación ¡no os basta el haberme perdido, sino que aún me seguís insultando! ¡Perdonad, señora, pero os amo tanto! ¿Y desde cuándo me amáis?... Desde la noche en que... De modo que cuando me encontrásteis, por mi mala ventura... Me deslumbrásteis, señora; yo no os conocía... os vi... y... Fuísteis un infame.

¿Cómo fuera de la ciudad? -respondió-. ¿Por ventura tiene vuesa merced los ojos en el colodrillo, que no vee que son éstas, las que aquí vienen, resplandecientes como el mismo sol a mediodía? -Yo no veo, Sancho -dijo don Quijote-, sino a tres labradoras sobre tres borricos.