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Porque ¿quién podría decir si Julia no amaba a Javier? ¿En qué consistiría su tormento? ¿En la postergación sufrida, o en el desengaño experimentado? ¿Quién era capaz de saber lo que pasaba en su alma?

Mi pluma, Albano, con amor escribe lo que le dicta un cuerdo desengaño, seguro en , pues la esperanza vive. El dia con rigor se ha vuelto un año, imaginando que tu ausencia ha sido viviente sentimiento de mi daño. Quedo ignorando el tiempo que he vivido sin tu alegre i dichosa compañía, juzgándole mi alma por perdido.

Ella no se atreve a hablar sinceramente, pero está desconocida: se ha hecho seca y arisca; de cuando en cuando suelta unas frases... que revelan un egoísmo... «Las mujeres feas y muy ricas dice no pueden ser felices en el mundo; a cada paso un desengaño. No se pierden como las bonitas, pero les hacen creer en el amor, y luego... nada. Ya ves, yo por ejemplo añadía ¿qué puedo esperar?

Había llegado hasta el Retiro, y por sus caminos arenosos iba a la ventura sin darse apenas cuenta de dónde se hallaba. Al fin, rendidos el cerebro y las piernas, dejose caer sobre un banco y metió la cabeza entre las manos. Acordose de Carlota. ¡Qué triste desengaño para la fiel esposa!

, Angelina con sus trajes humildes y sencillos era tan elegante como Gabriela.... ¿La riqueza? ¡No; la riqueza no puede dar felicidad a los corazones!... Tía Carmen me había dicho que la señorita Fernández era rica... , pero también me decía: «no seas causa de que una mujer llore un desengaño».

Vinieron a mi memoria las alegrías de los quince años, las fugitivas amarguras del primer pesar, la tortura congojosa del primer desengaño. ¡Mísera humanidad en la cual todo pasa y perece!

Se sentía feliz, aunque no acertaba a dar con la causa de su dicha, y alzaba con gallardía su frente tanto tiempo inclinada bajo el peso del dolor y el desengaño, hallándose más dispuesto a la indulgencia con los demás y más enamorado de la existencia. Pero un día desvaneciose el encanto.

Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo para hacer alguna recompensa, leyendo otros que sean luz del alma.

Desde mañana empezaré á ocuparme en los preparativos de mi vuelta á la corte. ¡Cómo! exclamó apesadumbrado don Silvestre. ¿Serás capaz de marcharte? Y lo más pronto que me sea posible. Ya sabes cuáles eran mis ilusiones al llegar á tu casa; ya viste hasta qué punto me aproveché de ellas, y también te son notorios los esfuerzos que he hecho por conjurar los tristes efectos de mi desengaño.

Enmudecido acarició él aquella linda cabeza, ya inclinada por el infortunio, y la niña, viéndole callado y afligido, saboreó la amargura del desengaño irremediable. En aquellos cuatro años transcurridos, Salvador visitaba a Carmen muchas veces.