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Juan dio una respuesta evasiva, y permaneció solo, quebrantado por la emoción, incapaz de dominar los pensamientos confusos, felices y angustiosos que hervían en su mente. ¿No era un sueño lo que acababa de oír?

que no es bien hecho, porque hay muchos pobres que se considerarían felices en poseerlo, ¿no es verdad, Máximo? Los hay ciertamente, mi querida niña. Pero ¿qué quieres que haga? Los pobres no entran aquí. Veamos, Elena, confíame ese pan y se lo daré en tu nombre al primer pobre que encuentre ¿quieres? ¿Cómo no he de querer, pues?

La gradería de madera que conducía allí por la cual nos precipitábamos alegres; las plantas de lechugas que separaban las primeras propiedades de tierra que nos repartíamos entre todos los hermanos, y que cada uno cultivaba por su cuenta; el plátano bajo cuya sombra mi padre se sentaba rodeado de sus fieles perros de caza; los árboles bajo cuya fresca sombra mi madre rezaba el rosario mientras nosotros corríamos tras las mariposas; la pared que da frente al Mediodía, junto a la cual tomábamos el sol alineados como árboles de cercado; los dos viejos nogales, las tres lilas, las fresas coloreando por entre las hojas, las peras, las ciruelas, los melocotones glutinosos y brillantes con su goma dorada por el rocío de la mañana; el emparrado, que buscaba yo al mediodía para leer tranquilamente mis libros, con el recuerdo que dejaron en aquellas páginas leídas entre continuas impresiones y la memoria de las conversaciones íntimas tenidas entre este o aquel árbol; el sitio donde , y algunas veces di, mil adioses de despedida al abandonar aquellas soledades; el otro en el que nos encontramos al regreso, o que ocurrieron alguna de aquellas escenas tristes propias del drama conmovedor y tierno de la familia, donde vimos nublarse el rostro descarnado de nuestro padre y el de nuestra madre que nos perdonaba cuando arrodillados a sus pies escondíamos el nuestro entre los pliegues de su ropa; donde mi madre recibió la noticia de la muerte de una hija a quien amaba; y donde alzó los ojos al cielo pidiendo resignación... Estas ternezas, estas felicidades, estas imágenes, estos grupos, y, en fin, estas figuras, existen, andan, viven aún para en aquel pequeño cercado, vivificando mis días más felices.

Al dar la una y media comenzaron a despedirse los contertulios: a las dos sólo quedaban en el magnífico salón los dueños de la casa, marido y mujer, ambos jóvenes, hermosos y al parecer felices: él se puso a leer un periódico de la noche y ella se entretuvo escribiendo con un lápiz de oro al dorso de una tarjeta las visitas y compras que pensaba hacer al día siguiente.

Después de una serie de hechos que no es ésta ocasión de relatar, vino un breve noviazgo, tan breve que fue compatible con las previas formalidades legales, los casaron, y Galba trajo a su ruborosa novia a Fiddletown o Fideletown, como la señora de Galba prefería llamarla en sus poesías. No fueron muy felices en el nuevo estado.

Yo temo volverme loca... A estar enferma o ser desgraciada no me sorprendería nada de esto; pero, siendo felices como lo somos nosotros... ¿verdad, Amaury?... ¡Oh, Dios mío!... Dime que somos felices... , Magdalena; , vida mía, , somos felices... ¿Pues no hemos de serlo?

Momentos antes de terminar el almuerzo llegó Ricardo que, al encontrarse con Melchor; lo abrazó efusivamente: ¡Que los cumplas muy felices! ¿Cómo te fue?... ¡Perfectamente!... ¿No te dije?... ...hasta donde es posible agregó Ricardo tomando asiento donde no había cabido el hermano de las rubias.

La ferocidad pintada en los semblantes no excluía la expresión de sufrimiento por las privaciones y trabajos; pero estaban alegres, cantaban, reían y se las prometían muy felices. En las filas se codeaban los muchachos con los viejos, y al lado del niño, precoz guerrero lleno de ilusiones de gloria, estaba el veterano que se había batido en las campañas heroicas del año 8.

Dicen que una pasión violenta pasa pronto; en tal caso, ojalá se quieran con la pasión más ardiente, hasta la locura, ojalá lleguen a los minutos de la dicha más grande, a la embriaguez de la dicha, ojalá sean felices como jamás podría serlo nadie. Mi alma, mi corazón, los bendecirá.

LEONOR. Partiremos lejos, lejos de Aragón, do felices viviremos, y siempre nos amaremos con acendrada pasión. NU