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Otras veces se quejaba el idealismo fantástico del clérigo como una tórtola; recordaba sin rencor, como en una elegía, los días de la amistad suave, tierna, íntima, de las sonrisas que prometían eterna fidelidad de los espíritus; de las citas para el cielo, de las promesas fervientes, de las dulces confianzas; recordaba aquellas mañanas de un verano, entre flores y rocío, místicas esperanzas y sabrosa plática, felicidad presente comparable a la futura.

D. Luis y no se me ofenda, ni siquiera vale Vd. para marido de una mujer honrada. Si usted ha estrechado las manos, con el ahínco y la ternura del más frenético amante, si Vd. ha mirado con miradas que prometían un cielo, una eternidad de amor, y si Vd. ha... besado a una mujer que nada le inspiraba sino algo que para no tiene nombre, vaya Vd. con Dios, y no se case Vd. con esa mujer.

Aceptó el santo varón el partido, esperando que el tiempo, y mucho más la sangre de Jesucristo les ablandaría los corazones y darían aquellos frutos de bendición que su celo y sus fatigas les prometían; ni eran mal fundadas sus esperanzas porque Taricú, principalísimo, en nombre de todos, le dió las gracias de querer emplearse en provecho de sus almas; y las dió también á Nuestro Señor porque se había dignado de enviarles quien sin ningún interés suyo les enseñase el camino del cielo.

Veíase que era mozo inteligente, de bastante lectura y determinado a lidiar con las enfermedades ajenas; mas la amarillez biliosa de su rostro, la lividez y secura de sus delgados labios, no prometían salud robusta. Aquel fanático de la higiene no predicaba con el ejemplo. Asegurábase que tenía la culpa el ron y una panadera de Cebre, con salud para vender y regalar cuatro doctores higienistas.

La habían colocado como maestra en una de las principales escuelas y prometían ayudarla en la realización de todas las innovaciones que proyectaba. Algunas solteronas feas y de carácter agriado torcían el gesto ante el entusiasmo pedagógico de los hombres. ¡Claro!... ¡La Gringuita es tan primorosa!... Martínez figuraba entre los protectores de la maestra.

Al mirar aquellos diez escudos los veteranos ingleses se prometían un torneo brillante cual ninguno, pues eran los mantenedores hombres de gloriosa historia y de valor y esfuerzo probadísimos.

Para hacerlo así marchó una mañana a Bellevue; cuando llegó a casa del pintor, dijéronle que Beatriz se hallaba en el jardín, probablemente en el taller de su marido. Este taller se encontraba a alguna distancia del caserío de la quinta, y no encontró en aquél sino a Jacques, trabajando concienzudamente en sus recuadros, que prometían ser verdaderas maravillas.

Y los del gobierno prometían á su colega en el foro un aviso oportuno para que asistiese al cumplimiento de la sentencia. Eran las tres de la madrugada y estaba en lo mejor de su sueño, cuando le despertaron unos enviados de la Prefectura de Policía. El fusilamiento iba á realizarse al amanecer: era una decisión tomada á última hora, para que los periodistas se enterasen tarde del suceso.

Así que a los postres, varios de aquellos presbíteros se juraban, estrechándose la mano, eterna fidelidad. Algunos se prometían ayuda corporal en el caso de que el sagrado pasto de los mansos parroquiales fuese violado por las ovejas de los incrédulos.

Que le prometían el gobierno de la provincia de Ejito con 50.000 ducados de salario, porque se tornase turco, y que D. Alvaro le había respondido que aunque todos los Reyes cristianos de toda la cristiandad se tornasen turcos, él solo quedaría á morir por la fe de Cristo, y ansí lo tiene escrito de su mano en una historia que tienen hecha los dos del progreso desta jornada.