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El príncipe adivinó lo que pensaban ella y su amigo, lo que tal vez diría Castro si osaba hablarle de Alicia. «Acababa de perder á su amante, y mientras lo lloraba con una vehemencia teatral, se iba preparando otro, igualmente joven... Un verdadero crimen; porque el pobre Martínez estaba condenado á morir, y sólo prolongaba sus días gracias á una absoluta quietud.

El cocinero mayor, desesperado, salió de la taberna y se fué paso á paso hacia el alcázar; pero al llegar á él se encontró con un alguacil del Santo Oficio, que le dijo: ¿Es vuesa merced el señor Francisco Martínez Montiño?... Yo soy contestó todo trémulo el cocinero al ver que se las había con un alguacil del Santo Oficio. Veníos conmigo.

La primera jornada de D. Juan de Matos; la segunda, de D. Antonio Martínez; la tercera, de D. Juan de Zavaleta. 3 El buen caballero maestre de Calatrava, de Don Bautista de Villegas. 4 A su tiempo el desengaño, de D. Juan de Matos. 5 El sol á media noche y estrellas á medio día, de Juan Bautista de Villegas. 6 El poder de la amistad, de D. Agustín Moreto.

Prefería ver el Arco de Triunfo con hambre, antes que la sonrisa melosa y los ojos terriblemente dulces del héroe de Cerro Pardo. Los comerciantes de la ciudad, extranjeros todos ellos que daban parte á Martínez en sus negocios y no se atrevían á acometer empresa alguna sin tenerle por consocio, le habían regalado por suscripción una espada «artística» y un uniforme de general.

Pues bien: el acusado es Francisco Martínez Montiño, cocinero mayor del rey, por instigación de don Francisco de Quevedo y Villegas y de don Juan Téllez Girón. Pero eso no es verdad dijo doña Ana que estaba detrás del duque. Callad, señora, callad dijo Lerma . ¿Conque el acusado de ese asesinato es el cocinero de su majestad? , señor. ¿Y sus cómplices Quevedo y Girón? , señor.

Cuando empezamos la marcha se fué el Sargento Mayor D. Pascual Martinez, habiéndonos acompañado el Comandante D. Manuel de Pinazo y el capitan D. José Bagué, quienes han quedado en sus respectivos puestos, dejándonos, para que nos acompañen á Buenos Aires, unos cuantos soldados y un cabo. Dia 22.

En el último decenio ha renunciado Martínez de la Rosa, al parecer, al culto de las musas, consagrándose sólo á sus importantes atenciones políticas, habiendo sólo llegado á nuestra noticia, como último drama suyo, el que se titula El español en Venecia ó la cabeza encantada.

En ella, el marqués de Villamelón, de acuerdo con su esposa, pedía para esta, por medio del ministro de Ultramar, el puesto de camarera mayor de la reina, con las dos condiciones indicadas antes por Martínez: la Secretaría particular de don Amadeo para Juanito Velarde y los seis mil duros de sueldo para la dama misma.

Currita ofreció al punto sus servicios; ella era dama de honor desde los tiempos de Isabel II, y al casarse el monarca, dos meses antes, habíase visto obligada la nueva reina a enviarle también su cruz de dama... Martínez meneó la gran cabezota; no era esto precisamente lo que él iba buscando, porque el explorador a que había echado el ojo, para que como heraldo suyo entrase en Palacio, era Jacobo; podía este como Grande de España...

El tercer camino, que de esta provincia á la de Chiquitos abriò Domingo Martinez de Irala, y despues fué frecuentado de estas gentes que por él fueron á fundar