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Actualizado: 6 de julio de 2025
Pero esta alegría le hacía sonreir después amargamente. ¡Una nación protestante libertando por tercera vez el sepulcro de Cristo!... Imagínese usted, amigo Martínez, si España hubiese estado con las naciones decentes. Esa gloria nos correspondía á nosotros, que somos la nación más piadosa.
7 La verdad en el engaño, de D. Juan Vélez, D. Jerónimo Cáncer y D. Antonio Martínez. 8 También da Amor libertad, de D. Antonio Martínez. 9 Amor hace hablar los mudos, de Villaviciosa, Matos y Zavaleta. 10 La ofensa y la venganza en el retrato, de D. Juan Antonio Moxica. 11 No hay cosa como el callar, de D. Pedro Calderón.
De pronto se detuvo, con una sensación de sorpresa y dolor, como si acabase de recibir un golpe en el pecho. Por la amplia escalinata que pone en comunicación á ambas terrazas descendía una pareja. Su instinto los reconoció á los dos antes que su mirada. Un militar, el teniente Martínez... ¡y ella!
Es innegable que este drama alcanzó el objeto que su autor se proponía: Martínez de la Rosa intentó desarrollar una sola fábula, sin episodios, sin confidentes, con pocos monólogos y un número escaso de personajes, imitando en lo posible el vigor de los pensamientos, y el estilo enérgico y conciso, que compensan hasta cierto punto la pobreza de los incidentes y la del plan dramático del autor italiano.
La cosa íbase formalizando; desde la caída de Amadeo no había entrado Martínez en Palacio, y su presencia allí en aquel momento, aunque fuera sólo como curioso, prestaba al acto de Jacobo una sanción pública que acrecía su importancia. El excelentísimo Martínez, mirando de reojo al ministro, manifestó deseos de conocerle; Currita no le dejó acabar.
Dos partes. 1 Cuál es mayor perfección, de D. Pedro Calderón, fiesta que se hizo á S. M. 2 Fortuna de Andromeda y Perseo, de D. Pedro Calderón. 3 Quererse sin declararse, de D. Fernando de Zárate. 4 El gobernador prudente, de Gaspar de Ávila. 5 Las siete estrellas de Francia, de Luis de Belmonte. 6 El platero del cielo, de Antonio Martínez.
Ahora ves que no tengo dueño y comienzas a dudar. ¿Y esas ropas, ese lujo, el coche, todo lo que yo he sabido de otro hombre... un señor Martínez... un niño? ¡Pobre de mí! ¿Cuánto dinero me dejaste al marcharte de Santurroriaga? Veinte mil reales. Pues aún me quedan algunos duros.
Entonces el teniente de artillería don José Manuel Martínez Ruda le interrumpió: Perdone el alférez. Nada de pulido encuentro; y lejos de eso, desde que desvalijan una casa contra la voluntad de su dueño, digo que proceden rudamente. ¡Bien!
El único autor moderno, que habla de ella, es Martínez de la Rosa en sus Obras literarias, lib. II. Herrera, entre los más antiguos, cita varios pasajes en sus Comentarios á Garcilaso. Sevilla, 1588, pág. 541.
Se detuvieron junto á la cancela de cristales de la entrada. Martínez había perdido su sonrisa, mirando con asombro el gesto duro y la palidez del príncipe. En una palabra dijo éste con resolución : lo que yo tengo que pedirle es que visite con menos frecuencia la casa de la duquesa de Delille. Si se abstiene en absoluto de ir á ella, aún será mejor.
Palabra del Dia
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