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Si, en cambio, no todas aquellas mujeres de bien se distinguen por una completa ó total limpieza subjetiva, cúlpese al Sr. D. Felipe II, que dictó cierta endiablada pragmática, prohibiendo á los moriscos y moriscas de Granada el pícaro uso de los baños domésticos. La Granadina, en general, recibe y hace muy pocas visitas.

En época más remota honró sobremanera a Dello el florentino, D. Juan II de Castilla; y lo mismo hicieron Francisco I con el Vinci, Julio II con Miguel Ángel, León X con Rafael, María de Médicis con Rubens, y la villa de Amsterdam con Rembrandt.

El rei don Enrique II en las Córtes de Toro año de 1371 dispuso que además de llevar los judíos una señal para ser conocidos , se abstuviesen todos los observantes de la lei de Moisés de usar los nombres que solían tener los cristianos. Tambien declaró que sus testimonios en las causas que se formaren contra estos, no fueren de ningun valor i efecto.

Sin embargo, los Reyes que sucedieron á Felipe II, lo mismo los de su dinastía que los de la de Borbón, continuaron dispensando al Monasterio grandes mercedes y muy decidida protección, con lo que siguió siendo uno de los más ricos y florecientes de la Orden jerónima. Así llegó, sin novedad alguna digna de mencionarse, el año de 1809.

En todo este elogio, no hay la menor censura sobre la moral de la reina, sino profunda admiración al buen éxito de sus empresas: envidia casi, no porque Felipe II hubiera sido más cruel y más tirano, sino porque fue menos hábil. La vida de D. Cristóbal de Moura, y por consiguiente, el libro del Sr. Danvila, se extienden aun algunos años por el reinado de Felipe III.

Aun cuando el examen de las obras de Guevara nos haya hecho penetrar en el siglo XVIII, hemos de retroceder ahora á los principios del período precedente, y nombrar á varios poetas, que escribieron para el teatro en tiempo de Lope de Vega y durante los últimos años del reinado de Felipe II, ó los primeros de su sucesor.

No conocía a ninguno de los dos; pero la cara de Ido del Sagrario no era nueva para él, y creía haberla visto en alguna parte, aunque no recordaba dónde ni cuándo. ii

Otro más derecho y bien plantado no había. «No, lo que es hoy no le digo nada pensaba . Temo hacer el bisoño. Calma, compañero, y repliégate un poco; tiempo tienes de picar espuelas. Hoy lo recibiría mal. Está muy reciente la herida». ii

Pero el bastardo imperial hacía en Leganés una vida demasiado villana, confundido con los otros chicos del pueblo, y entonces Luis Quijada, mayordomo del César, y el único que sabía quién era aquel niño, se lo llevó á Villagarcía, de donde era Señor, y lo confió á su mujer, sin revelarle el secreto; por lo que esta ejemplarísima señora llegó á concebir tristes sospechas, que amargaron su vida hasta que, muerto ya el Emperador, hizo pública la verdad el rey D. Felipe II, reconociendo como príncipe y hermano suyo al que había de ser el primer guerrero de su tiempo.

Datum Valentiæ nonas august. 1308. Gratiarum 7 Jacobi II fol. 106 núm. 203. Religioso Ogerio Abbati monasterii Sanctæ Mariæ Grassensis et Conventui ejusdem et cetera.